La dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo volvió a hacer el ridículo en la arena diplomática. Por segundo año consecutivo, enviaron una efusiva felicitación oficial a su aliado Miguel Díaz-Canel por el «aniversario de la independencia de la República de Cuba», conmemorando el 20 de mayo, una fecha que el régimen cubano ha tratado sistemáticamente de borrar de su narrativa oficial, por considerarla parte de la etapa «neocolonial» de la isla.
En una carta fechada el 19 de mayo de 2025, los autodenominados «copresidentes» de Nicaragua saludaron «el 123.º aniversario de la independencia de Cuba» con frases solemnes: «Expresamos nuestras más sinceras felicitaciones a Usted, a su Digno Gobierno y al Valiente y Hermano Pueblo Cubano», escribieron Ortega y Murillo, quienes además reiteraron su compromiso de fortalecer los «lazos históricos de hermandad, solidaridad y cooperación».
Pero en la lógica ideológica del castrismo, el 20 de mayo de 1902 representa otra cosa: no es un hito de independencia, sino el inicio de la llamada república «mediatizada», nacida bajo la sombra de la intervención estadounidense. Desde hace décadas, el régimen cubano evita celebrar esa fecha y prefiere atribuir la «verdadera independencia» al triunfo armado de Fidel Castro en 1959.
Este mismo martes, el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla escribió en X que «la reivindicación de nuestros mambises llegó en 1959», y acusó a los «anticubanos en EE. UU.» de intentar resignificar el 20 de mayo. Es decir, mientras La Habana rechaza simbólicamente esa jornada, Managua la celebra… sin darse cuenta del contrasentido.
La escena no es nueva. En mayo de 2024, Ortega y Murillo enviaron una misiva prácticamente idéntica, celebrando el 122.º aniversario de esa misma fecha, desconociendo —una vez más— la postura histórica del régimen cubano. El medio opositor Cubanet, con sede en Miami, ironizó que los dictadores nicaragüenses «no están al día con la narrativa oficial del castrismo».
«Paradójicamente, desde Nicaragua se rinde tributo a una república que el castrismo ha tachado durante décadas de “mediatizada”, y cuya proclamación sigue siendo políticamente incómoda para el aparato ideológico cubano», apuntó el medio.
Lo que buscaba ser un gesto de solidaridad revolucionaria cargada de lisonjas a sus pares dictadores de la isla, terminó exponiendo la desconexión discursiva entre dos regímenes autoritarios que, pese a declararse hermanos, ni siquiera comparten la misma lectura histórica de sus símbolos.