En su acostumbrada alocución de este mediodía, la vocera del régimen, Rosario Murillo, mantuvo su discurso repetitivo y cargado de odio, en el que nuevamente arremetió contra la oposición nicaragüense con insultos, descalificaciones y amenazas abiertas. En tono desafiante, reiteró que los exiliados «no volverán» a Nicaragua, los llamó «imperdonables» y «condenables», y calificó el mes de abril —cuando estalló la rebelión cívica de 2018— como un «abril tenebroso», reconociendo de forma implícita el temor y el costo político que ese mes representa para el régimen.
Murillo repitió en al menos dos ocasiones que los opositores son «los imperdonables, los condenables», y dejó claro que el régimen no contempla ninguna posibilidad de reconciliación: «Ni perdón ni olvido, jamás serán perdonados», sentenció.
El «abril tenebroso»: ¿Miedo o confesión de sus crímenes?
Al referirse a los hechos de abril de 2018, cuando cientos de miles de personas se levantaron contra la dictadura, Murillo afirmó: «Estamos por concluir abril tenebroso para ellos». Aunque intentó atribuir ese calificativo a los opositores, sus palabras terminan siendo una confesión de que abril fue, para el régimen, un momento de crisis, de riesgo real de perder el poder, y también un mes en el que desataron una represión brutal.
Murillo calificó la protesta como una «aventura desastrosa» que derivó, según ella, en el repudio de la población hacia sus organizadores. Sin embargo, sigue callando que abril de 2018 dejó más de 350 personas asesinadas por agentes estatales y parapoliciales, según organismos nacionales e internacionales de derechos humanos. Al decir «no tiene perdón», refiriéndose a quienes participaron en las protestas, la vocera del régimen refuerza su rol como impulsora de una política de odio, castigo y exclusión permanente.
El exilio, el castigo perpetuo
«Los que jamás podrán retornar a esta tierra que no les pertenece», repitió Murillo con tono amenazante, reforzando el mensaje de que el exilio impuesto por el régimen es definitivo. Desde febrero de 2023, la dictadura ha desterrado a más de 450 personas, despojándolas de su nacionalidad, sus bienes y sus derechos fundamentales.
Con frases como «los forajidos, los filibusteros, no volverán», la funcionaria reafirmó la narrativa del régimen: quienes se oponen, quienes protestaron, quienes huyeron para salvar sus vidas, ya no tienen cabida en Nicaragua.
El odio disfrazado de amor
Aunque intentó vestir su mensaje con referencias religiosas y una retórica de paz, el discurso de Murillo estuvo cargado de expresiones de desprecio: llamó «diablos» a los manifestantes de abril, dijo que actuaron por «odio» y repitió que sus acciones fueron «una expresión grotesca y diabólica».
«Aquí los enemigos de la paz (…) no volverán», insistió, dejando entrever que el régimen sigue usando el aparato estatal y la propaganda para mantener la persecución y la exclusión como pilares de su estrategia de control.
«No volverán» fue la frase más repetida de su intervención y resume la política de Estado hacia la disidencia: exclusión, castigo, represión y destierro perpetuo.