Nicaragua vive hoy un luto en silencio. En los mercados la gente va y viene y hay un bullicio más fuerte que el acostumbrado por ser este el Día de las Madres, pero nadie olvida lo que pasó hace seis años: 19 jóvenes fueron masacrados y a 19 madres esos crímenes les dejó el alma en pedazos.
“Nada ha vuelto a ser igual”, dice Sara Amelia López, la madre esteliana que desde el exilio, exige justicia por su hijo asesinado, Cruz Alberto Obregón López. “Han pasado seis años, pero parece que fue ayer”, señala. Asegura que aunque lejos de su país, del lugar donde descansan los restos de Cruz Alberto, ella no se ha ido a la cama ni una sola noche desde aquel 30 de mayo, sin pedir justicia para su hijo.
Aquel día en Nicaragua amaneció soleado, pero a muchos les parece que oscureció temprano. Tras la balacera que desataron policías y paramilitares contra los manifestantes de aquella marcha, un gris cubrió el cielo de Managua y la noche se volvió densa y triste. “Fue un día que uno quisiera olvidar, pero no hay manera”, dice López para este reporte.
“No solo exigimos justicia para los asesinados ese día, exigimos justicia para todos los asesinados del levantamiento social”, dice por su lado Doña Francisca Machado, la madre de Franco Valdivia Machado, que a sus 24 años fue alcanzado por una bala del régimen. “La Asociación Madres de Abril (AMA) no calla, sigue exigiendo justicia y verdad”, dice la integrante de AMA.
Aquel 30 de mayo
El 30 de mayo de 2018, miles de nicaragüenses dejaron sus casas y sus obligaciones para acudir a la rotonda “Jean Paul Genie” y marchar junto a las madres de al menos 70 jóvenes que entre el 19 de abril y el 29 de mayo de ese año, murieron a manos de la Policía y fuerzas paramilitares que no sólo reprimían, sino que utilizaron armas de guerra y mataron por órdenes de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Ese día, en la rotonda “Jean Paul Genie” todavía se respiraba dolor y luto. Carlos Mejía Godoy y su hermano Luis Enrique, les cantaron ese día a las madres que lloraban el arrebato de vidas valiosas que ellas trajeron al mundo y que vieron apagarse producto del odio y apego irracional al poder.
Esa misma tarde, en la Avenida Bolivar, Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, aparecieron en un acto en el que hablaron de paz, y que se quedarían en el país a costa de lo que fuera. Nadie imaginó que detrás de aquel “aquí nos quedamos todos”, se armaba una balacera tan mortífera como la masacre algunas horas después.
“Ninguno esperó lo que vino, matar a jóvenes, dispararle a la gente. Eso nunca debió pasar”, dice López, seis años después de la tragedia.
Cuatro kilómetros de abrazos
Antes, por la tarde del 18 de abril de ese año, en el sector de Camino de Oriente, cerca de la rotonda “Jean Paul Genie”, en la carretera a Masaya, cientos de jóvenes se plantaron de forma pacífica para alzar la voz contra unas abusivas reformas que unos días antes, el gobierno realizó al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, imponiendo que los jubilados, pensionados, empleadores y asegurados, pagaran más dinero al Seguro Social.
Tomarse las calles para que el régimen echara pies atrás a las reformas costaron vidas, que para el 30 de mayo se contaron en 76. En apoyo a las madres que lloraban a esos muertos, otros miles se sumaron sin imaginarse que horas más tarde se contarían entre las víctimas. “Ninguno debe ser olvidado y actos como ese no deben volverse a repetir”, exigió Machado al recordar lo ocurrido.
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Organizaciones de la Sociedad Civil calculan que más de medio millón de personas acudieron a aquella gran marcha que se realizó en Managua y que se replicó en todo el país. Las imágenes de aquel mar de gente muestran a los manifestantes portando la bandera de Nicaragua. En los videos que se difundieron, los opositores iban cantando el himno nacional. La marcha era encabezada por las madres de abril, quienes a un solo grito exigían justicia al dictador Daniel Ortega por la muerte de sus hijos, pues ningún agente policial fue investigado por los crímenes que aún siguen en la impunidad.
Contra las madres
Poco antes de que el reloj marcara las cinco de la tarde, la multitud llegó a la Universidad Centroamericana. A unos 300 metros al norte, se ubica el nuevo Estadio Nacional de Béisbol, desde donde francotiradores dispararon contra las madres. El Grupo Internacional de Expertos Independientes, GIEI, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, que investigó las muerte concluyó que los disparos eran de grueso calibre y ejecutados por personas experimentadas debido a la precisión de sus impactos.
Los universitarios intentaron repeler la balacera con morteros, pero fue imposible. Además de los muertos, más de cien ciudadanos fueron heridos en distintas partes del cuerpo.
“Fue horrible, ellos tenían la orden de matar. Todo era que apenas llegáramos a la UCA y comenzaron a disparar. Estaba sentada con mis nietos en una acera, cuando de repente vimos que uno de los jóvenes que estaba sentado a la par de nosotros cayó con un disparo por el cuello, ahí fue cuando nos dimos cuenta que el ataque era a muerte”, recuerda entre llantos una madre que pidió el anonimato.
“Yo intenté ayudarle al muchachito, pero fue imposible, la bala fue mortal. Cuando se lo llevaron, ya iba muerto”, recordó.
“La madre de todas las marchas” se replicó en simultáneo en varios departamentos del país, en donde también los Policías y paramilitares también reprimieron a los manifestantes, dejando a más de doscientos jóvenes heridos a nivel nacional.
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Organizaciones defensoras de Derechos Humanos denunciaron que la represión de ese día dejó como resultado a ocho personas fallecidas en Managua, siete en Estelí, uno en Masaya, y tres en Chinandega. Todas las víctimas recibieron disparos cerca de la cabeza, al lado del corazón y en el tórax.
El peor ataque
Esta ha sido la peor masacre contra civiles perpetrada en Nicaragua en tiempos de paz. Desde abril de 2018, en total, han muerto 355 personas a manos de policías y paramilitares, denunciaron organismos internacionales defensores de Derechos Humanos.
“Los testimonios obtenidos por el GIEI señalan la existencia de francotiradores (…)” se lee en el informe del grupo de especialistas. “Se aprecian acciones combinadas entre civiles armados y miembros de la Policía, todos ellos portando armas de fuego, inclusive armas de guerra. Las agresiones dirigidas hacia la marcha provenían desde la zona próxima al Estadio Nacional”, indicaron.