El padre Uriel Vallejos es parte de los 22 sacerdotes nicaragüenses que encontraron, en las distintas diócesis Costa Rica, el espacio para continuar su ministerio pastoral tras huir de la represión y persecución de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo. En Nicaragua era párroco de la Iglesia Divina Misericordia de Sébaco, de la Diócesis de Matagalpa. En septiembre de 2022, el padre confirmó su exilio en el país vecino del sur.
El sacerdote ofició una misa en memoria de la víctimas de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Unos 355 nicaragüenses fueron asesinados desde abril de 2018 en el contexto de la crisis sociopolítica, según estadísticas de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
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El religioso dice que toda la situación de Nicaragua ha sido una experiencia dolorosa y triste porque, como Iglesia, sufre en carne propia lo que muchos nicaragüenses estamos viviendo.
«Hoy que estoy en esta parroquia (en Costa Rica), me siento bien, acompañando a la diáspora. Estamos con el pueblo, dentro y fuera de las fronteras. Esa es nuestra misión como sacerdote, como nicaragüense que soy, porque tenemos que amar lo que el Señor nos ha dado que es nuestra cultura, nuestra identidad que corre por nuestra sangre», señaló.
El sacerdote asegura que oficiar una misa en honor a la memoria de las víctimas de la represión le trae muchos recuerdos tristes y dolorosos. En mayo de 2018, durante la operación limpieza en Sébaco, el padre Vallejos asistió a un joven herido por paramilitares.
«Es muy triste ver el dolor de nuestro pueblo, de tantas madres, familiares, asesinados, desaparecidos, encarcelados, expatriados que estamos sufriendo este momento tan crucial de nuestra historia y hoy nos corresponde acompañar y orar. Si nosotros (los sacerdotes) no acompañamos al pueblo, ¿quién lo va a hacer?», afirmó el prelado.
El presbítero manifestó que muchos nicaragüenses se acercan a él y asisten a misa porque saben que tienen a «un pastor, un nicaragüense más» que sufrió la represión de la dictadura cuando fue perseguido y encerrado en la casa cural de la parroquia que administraba en Matagalpa.
«Al ofrecer la Santa eucaristía, para mí es un privilegio súper fuerte porque hay mucha nostalgia, muchos sentimientos encontrados, pero el líder es aquel que va con su gente. No debemos dejar a nuestra gente, hay que acompañarle en este momento de dolor», indicó.
«Esperamos una resurrección porque los cristianos creemos en Jesús vencedor de la muerte, aniquilador del mal. El mal solo el Señor lo puede aniquilar», añadió.
El padre Vallejos dijo que «la sangre de estos hermanos, que murieron por amor a la patria, ver a Nicaragua en libertad, justicia y verdad, sea un semillero de una paz duradera, no la paz de los cementerios que el régimen hoy está proclamando».
Nicaragua llega al sexto abril desde 2018, año donde centenares de ciudadanos salieron a las calles a manifestarse y recibieron balas de parte de la Policía y paramilitares. En las protestas, plantones y cualquier expresión cívica se exigía la salida de Daniel Ortega y Rosario Murillo del poder.
Después de los primeros días de manifestaciones y cuando se contaban decenas de muertos, la población sumó las demandas de justicia, reparación y no repetición.
La ciudadanía se manifestó en todo el país para expresar su descontento por las reformas a la seguridad social. Ortega pretendía aplicar un impuesto del cinco por ciento a las pensiones y aumentar el aporte de los trabajadores y empleadores.