Nicaragua mostró algunas mejoras económicas con altas y bajas para algunos rubros durante 2023, lo que en sentido general demuestra que el país no presenta riesgos de recesión económica este año, pero sí enfrentará una desaceleración en la productividad como resultado de problemas estructurales y por la fuga de mano de obra producto de las migraciones, lo que generará una caída del Producto Interno Bruto (PIB), sostiene el economista Néstor Avendaño.
En su blog de economía, actualizado al 24 de marzo, Avendaño analiza las más recientes estadísticas del Banco Central de Nicaragua (BCN) en las que el régimen de Daniel Ortega afirma que «la economía nicaragüense creció, en términos preliminares, 4.6% en 2023, un ritmo más acelerado que el de 2022, con el nivel de 3.8% debido al efecto base alto de 2021, con nivel de 10.3%, después del desplome productivo registrado en el trienio 2018-2020».
El experto señala que, según los datos divulgados por el BCN, «al cierre de 2023 se observó un escenario macroeconómico muy asombroso». No obstante, el economista hace observaciones que se deben tener en cuenta a corto plazo, como es el hecho de que la productividad de la nación disminuye su ritmo de crecimiento.
«En 2023, cayó la producción de bienes agrícolas, de la pesca y acuicultura», indica el especialista, pero también apunta que aumentó la producción pecuaria, silvícola, minera, manufacturera y de la construcción. También creció la demanda de servicios como hoteles y restaurantes, electricidad, comercio, transporte y comunicaciones, intermediación financiera y agua potable.
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«En mi opinión, no existen temores de que ocurra una recesión económica en este año y la confianza de los consumidores es sólida, pero el pronóstico económico de corto plazo para Nicaragua mostrará una desaceleración de la tasa de crecimiento del PIB real», dice Avendaño.
Además, explica que, con una Población Económicamente Activa (PEA) disminuida por la emigración, principalmente hacia EE.UU., la alta tasa de crecimiento económico de Nicaragua que, según el BCN, se observó en 2023, «solo podría ser explicada (ocurrir nuevamente) por una mayor productividad que facilite un crecimiento más rápido con menos inflación».
En ese sentido, advierte que, de acuerdo con la «Cuenta del Gasto» del BCN, el volumen de las exportaciones aumentó 1.3% y el volumen de las importaciones creció 8.9%. Es decir, el país compra más al extranjero de lo que vende.
A criterio de Avendaño «la baja productividad de la economía nicaragüense es un problema estructural de vieja data». Expone que una mayor productividad significa que las empresas deben generar más productos por cada trabajador, y deberían poder pagar mejores salarios sin elevar los precios de la mercancía producida, y sin reducir la rentabilidad de las empresas, algo que no ocurre en el país.
«Si deseamos elevar la productividad, habría que aumentar el nivel de escolaridad promedio de la población, mejorar la tecnología y la capacitación, establecer una mejor combinación entre el capital físico y el capital humano, fomentar la comunicación efectiva, ofrecer incentivos atractivos», recomienda Avendaño.
Remesas, el salvavidas de la economía
En su análisis, el economista indica que, sin ninguna señal de una recesión económica mundial, en 2023 el PIB real nicaragüense creció con una tasa mayor que la del PIB Potencial, que es igual a 3.2%.
Sin embargo, es categórico al afirmar que «la base del crecimiento económico de Nicaragua en 2023 fue el gasto de los consumidores que se elevó hasta 7.3%».
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Explicó que, el salario promedio nominal «del empleo formal» registrado hasta diciembre de 2023 fue de C$12,277, equivalentes a US$335.35, y su poder adquisitivo se incrementó 3.99%, pero, «la variable económica que facilitó la aceleración del gasto de consumo de los hogares fue la remesa proveniente del exterior que totalizó US$4,660.1 millones durante el año y fue igual a 26.14% del PIB».
En contraparte, según el especialista, el gasto de consumo del sector público, es decir, de las salarios de los empleados del Gobierno, así como las compras de bienes y servicios de consumo requeridas para el funcionamiento de la burocracia estatal, disminuyó por segundo año consecutivo al registrar una reducción de 3.2% en 2023.