El obispo auxiliar de Managua en el exilio, monseñor Silvio José Báez, fue recibido con grandes expresiones de aprecio y admiración por la comunidad nicaragüense de la diáspora y exiliados en Los Ángeles, California, donde ofició una misa por el Día de Reyes.
El jerarca se vio obligado, por una orden del papa Francisco, a salir de Nicaragua en 2019, luego que El Vaticano recibiera información confidencial y creíble de que las fuerzas fanáticas del sandinismo preparaban un atentado contra su vida, por haberse convertido en una de las voces más críticas de la dictadura y acompañar al pueblo como guía espiritual durante las protestas sociales de 2018.
Tras su salida de Nicaragua, primeramente fue llamado a Roma y después se radicó en calidad de exiliado en la ciudad de Miami, en el estado de La Florida, Estados Unidos, donde ejerce su sacerdocio oficiando misa cada domingo en la Iglesia Santa Agatha, templo que se ha convertido en el santuario de reunión y refugio espiritual para el exilio nicaragüense en ese Estado.
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El obispo Báez viajó este fin de semana a Los Ángeles, California; para oficiar la misa de la Epifanía del Señor en la iglesia San Vicente, ubicada en la 641 W. Adam Blvd, en esa ciudad donde fue recibido por los nicaragüenses de la diáspora y el exilio entre cánticos y saludos.
Durante la homilía, los feligreses portaron una pancarta con las fotografías de los sacerdotes encarcelados por la dictadura, encabezada por el obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez.
El líder religioso compartió este domingo imágenes de los momentos que compartió con la comunidad nica en ese Estado, que le pidieron bendición y se tomaron fotografías con él, portando banderas de Nicaragua y atuendos alusivos a la patria.
En su homilía del sábado, monseñor Báez pidió a los nicaragüense mantenerse unidos y no desfallecer en el camino hacia la «sociedad que queremos». También recordó a los sacerdotes secuestrados por la dictadura y declaró que el encarcelamiento injusto de los religiosos representa el afán de los dictadores Ortega y Murillo por instaurar en Nicaragua una dinastía «injusta y violenta».
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También pidió a los feligreses «liberar nuestros corazones de ambiciones mezquinas, renunciando a la indiferencia ante los problemas sociales, creciendo en la conciencia de nuestros derechos y deberes ciudadanos, dejando a un lado el arribismo, el culto mesiánico a los líderes y la corrupción», al tiempo que pidió «caminar unidos como hermanos y hermanas».
La dictadura Ortega-Murillo mantiene una guerra declarada contra el catolicismo en medio de la cual mantiene encarcelado a 18 sacerdotes, entres los que se cuentan dos obispos, 13 sacerdotes y 3 seminaristas. Además, el régimen ha censurado medios de comunicación, cerrado ONG y confiscado propiedades pertenecientes a la Iglesia.