El obispo auxiliar de Managua en el exilio, monseñor Silvio José Báez, hizo un llamado al pueblo de Nicaragua a no caer en la desesperanza y sobre todo a no «acomodarse y acostumbrarse» al sometimiento ni al «silencio temeroso, al despojo de nuestra dignidad y de nuestros bienes», así mismo, recordó a los católicos que «lo peor que puede ocurrir a los pueblos es acostumbrarse a situaciones inhumanas que, sin darnos cuenta, se llegan a asumir como normales».
El guía religioso, que se encuentra en el exilio desde 2019, tras obedecer un pedido del Vaticano de salir de Nicaragua porque habían indicios creíbles de que sufriría un atentado contra su vida, dedicó su prédica de este domingo a la lectura del evangelio de Ezequiel, quien se convirtió en la voz de aliento y esperanza para el pueblo de Israel mientras estuvo en el destierro
El obispo exiliado recordó que el profeta Ezequiel se encargaba de levantar la moral de un pueblo (Israel) sumido en la desesperanza y resignado a «seguir arrastrando las consecuencias negativas del pasado». El profeta enseñaba que «lo peor que puede ocurrir a los pueblos es acostumbrarse a situaciones inhumanas que, sin darnos cuenta, se llegan a asumir como normales. Un pueblo no puede resignarse a prolongar indefinidamente su misma historia», recalcó el religioso.
LLamado a rectificar
Recientemente, monseñor Báez hizo un llamado directo a los dictadores Ortega y Murillo, así como a los jefes del Ejército y la Policía a arrepentirse de sus crímenes y volver a Dios. Esta vez insistió en la exhortación a reflexionar sobre lo malo que estemos haciendo y arrepentirse para cambiar la realidad del país a una mejor realidad.
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El obispo católico predicó que «para Dios siempre es posible rectificar y empezar otra vez, aprendiendo de los errores cometidos. Nadie debería quedarse hundido en el fango de su mediocridad, nadie atrapado en las contradicciones de su egoísmo, nadie ahogado en las oscuridades de su maldad».
En esa línea, monseñor Báez recuerda que todos podemos cambiar, que «el malvado puede dejar la maldad y que la historia se puede y se debe cambiar». Los pueblos no pueden ser marionetas del poderoso de turno, ni deben conformarse con repetir una y otra vez los mismos errores del pasado.
«Dios cree en nosotros siempre, confía en que somos capaces de construir una nueva historia. También nosotros deberíamos confiar más en este Dios bueno y justo, que sopla aires de vida en nuestras débiles existencias, transforma nuestros corazones de piedra y nos da fuerzas para ser arquitectos de un nuevo futuro de fraternidad y justicia, de verdad y libertad», enseñó el religioso.