En celebración por el Domingo de Ramos, que da inicio a la Semana Santa, monseñor Silvio Báez basó su homilía desde la Iglesia Santa Agatha, en Miami, Estados Unidos, en la historia de Jesús Crucificado, expresando que «fue una víctima del odio y de la violencia, de la ambición desmedida de poder de los hombres de la religión y de la política».
Aludiendo a la situación que atraviesa monseñor Rolando Álvarez, encarcelado por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, Báez afirmó que «Jesús fue arrestado en forma ilegal. Quienes lo apresaron no tenían ninguna orden judicial para hacerlo, fue arrestado sin haber cometido ningún delito y sometido a un juicio religioso y a otro político, en los que no se respetaron los más mínimos procedimientos establecidos por la Ley».
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«En el juicio religioso, el sumo sacerdote Caifás lo acusó de blasfemia, sirviéndose de testigos falsos que mentían sin pudor alguno contra Jesús. En el juicio político, el gobernador romano Poncio Pilatos, quien no encontró ninguna evidencia que respaldara las acusaciones en su contra, cedió a las presiones políticas, no quiso poner en juego sus privilegios y su poder y lo condenó a muerte. Jesús fue irrespetado y humillado en su dignidad, siendo sometido a terribles torturas y maltratos físicos durante su juicio y su crucifixión», agregó monseñor.
Lamenta que durante el proceso de crucifixión Jesús fue una víctima del odio y de la violencia de los hombres que controlaban el poder y la religión, así como «de la manipulación de un pueblo ignorante y sin valores».
Pero, en medio de esta situación hay una voz que se da cuenta de lo que sucede, dice, «es una mujer pagana, que no es judía ni cree en Dios. Es la mujer de Pilato. No sabemos su nombre, pero representa la reserva moral que hay en la conciencia de todo ser humano, incluso en el más malvado y alejado de Dios. La mujer de Pilato mandó a decir a su marido: “No te metas con ese justo, porque hoy en sueños he sufrido mucho por él” (Mt 27,19). Pilato no la escuchó, pudo más en él su ambición de poder y su miedo y se doblegó ante su conciencia corrupta y oscura»
«La voz de esta mujer representa las voces de quienes hoy defienden a las víctimas inocentes y se alzan contra el atropello a los derechos humanos. Estas voces dan la apariencia de ser débiles y dispersas, el mundo no parece escucharlas y los poderosos se esfuerzan en aplastarlas y acallarlas. Sin embargo, lo que hizo la mujer de Pilato es necesario seguir haciéndolo hoy. Tenemos que ser voz de los justos que no tienen voz y son condenados; y tenemos que ser voz contra los que tienen demasiada voz y, por eso, condenan a los justos», agregó el jerarca religioso.
Continuando con este pasaje, expresa que «la resurrección del Crucificado dará la razón a la mujer de Pilatos. Tenemos que esforzarnos en conservar incorruptible nuestra conciencia, debemos fortalecer los sentimientos que nos hacen solidarios y sensibles ante el dolor de las víctimas, no debemos apagar en el corazón el hambre y la sed de justicia en un mundo sometido por poderes tenebrosos al servicio de la injusticia».
El mensaje de monseñor a sus oyentes fue la imagen de la cruz, que muestra que el justo muere como una víctima de la injusticia del mundo, se revela también la solidaridad de Dios con los crucificados de hoy. «En los perseguidos y excluidos, en las víctimas de la represión y de la guerra, en los presos políticos y en quienes son forzados al exilio. El Señor Crucificado sigue sufriendo en los calvarios del mundo: allí donde se irrespeta la libertad y la vida de las personas, en los pueblos oprimidos por poderosos desquiciados y en las sociedades empobrecidas a causa de la injusticia y la corrupción», refiere monseñor Báez.
Recuerda a los feligreses que en estos días santos, son un tiempo propicio para dedicar tiempo a la oración y contemplar al Señor Crucificado. «Al contemplar a Jesús Crucificado nos llenaremos de esperanza, incluso en medio del dolor y la muerte, y aprenderemos el lenguaje del amor humilde de Dios, que perdona, salva y da vida».
El régimen mantiene persecución contra la iglesia y sus representantes, durante este tiempo de cuaresma las autoridades han negado la realización de procesiones, peregrinaciones y tradiciones católicas, situación que ha sido catalogada por defensores de derechos humanos como un «crimen de lesa humanidad».