Monseñor Rolando Álvarez, obispo de la diócesis de Matagalpa y administrador apostólico de la diócesis de Estelí, insistió en responder con «amor y perdón» ante el mal, al tiempo que se solidarizó con la Iglesia católica mexicana por el asesinato de dos sacerdotes jesuitas.
«El que mira hacia atrás no es apto para el reino de Dios. Pone la mano en el arado quien se encuentra dispuesto a seguir al Señor, quien está dispuesto a aprender de los errores (…) en un arduo camino de gracia y conversión, buscando caminos de reencuentro en la fraternidad, la paz, la justicia, la libertad y la santidad», manifestó en su homilía dominical este 26 de junio, desde la Catedral San Pedro Apóstol de Matagalpa.
«Pone la mano en el arado quien está dispuesto a perdonar. El perdón es ante todo una decisión personal, una decisión del corazón que va contra el instinto espontáneo de devolver mal por mal. Insistimos en el amor y el perdón, en que la venganza y el odio solo genera una espiral de violencia», reiteró el líder católico.
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Monseñor Álvarez provechó para sumarse al llamado de la Iglesia de México y la Compañía de Jesús por el asesinato de los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar, ocurrido la noche del 20 de junio en Chihuahua. «Asesinados producto de una descontrolada violencia de ese hermano país. Con la Iglesia mexicana clamamos: la paz es posible, la paz tiene que ser posible», pidió el obispo.

Continuó invitando a los creyentes a trabajar por el bien común con bondad y misericordia, y recurrir al «pasado» no para quedarse en él, sino para aprender. «Vemos para atrás para buscar la memoria histórica… para encontrar fuerzas y reemprender el camino. Emprendamos juntos con firme determinación la búsqueda de nuevos horizontes», declaró el líder religioso.
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Durante la clausura del Décimo Encuentro Mundial de las Familias, monseñor Álvarez señaló que «es una lástima que algunas divergencias de opiniones en el seno de la sociedad actual sobre cuestiones ligadas al matrimonio y a la familia impidan a muchos a reconocer la obra providencial de la Iglesia a favor de la familia y se la deje frecuentemente sola en esta batalla decisiva para el futuro de la humanidad». Añadió que «no es correcto trasladar el tema de la vida y la familia al plano ideológico cuando en ella se juega el presente y el futuro de la sociedad».