Por: William González
Irene Vallejo Moreau (Zaragoza, 1979) es doctora en Filología clásica y autora de El Infinito en un junco, un éxito editorial traducido a más de 35 idiomas que la ha convertido en uno de los rostros más representativos de la literatura española contemporánea. La autora reflexiona en esta entrevista sobre la censura de libros y la situación que atraviesa Nicaragua, país cuya literatura admira y aprecia.
Nicaragua está atravesando una situación crítica en todos los ámbitos e incluso experimentando la censura de obras como las de Sergio Ramírez. ¿Qué opina al respecto?
Esto se ha dado en todas las épocas de la historia. Desde que tenemos constancia de que existen los libros también hay persecución a los libreros, destrucción. Es importante recalcar que no solo se persigue a los escritores, sino a toda la cadena del libro (libreros, quienes los venden, editores) se intenta disuadir a todos los eslabones de la cadena.
¿Por qué se da esta persecución contra escritores y la cadena que implica la publicación de un libro?
Por el conocimiento que encierran los libros, las emociones, los relatos que contienen, la forma en la que se oponen a la historia oficial. Todo eso tiene que ver con una lucha implícita con el poder. La conexión con las emociones de los lectores son forma de poder y eso por desgracia ha sido perseguido. Este tipo de situaciones se están dando constantemente y lo que para mí significa es que los libros no son esos objetos superfluos y prescindibles que a veces nos dicen. La palabra tiene mucha fuerza y por eso el poder intenta controlarla, perseguirla y decidir cuál es la versión única.
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¿Podríamos decir que censurar los libros es uno de los mayores actos inhumanos que se pueden cometer?
Es inhumano porque en el fondo ataca a los seres humanos. A través de los libros se está atacando a las ideas y, a través de las ideas, a la libertad misma que es uno de los aspectos más importantes de nuestra existencia y humanidad. A mí me preocupa esta cuestión. Por supuesto, no idealizado los libros. Sé que hay libros dañinos, peligrosos, que transmiten ideas nocivas.No se puede idealizar a todos los libros por el mero hecho de que unas ideas se pongan por escrito y se editen. Eso no quiere decir que sean benefactoras para la humanidad.
Los libros dialogan entre ellos, ¿no?
Sí, me parece muy importante insistir en que la existencia de muchos libros, la polifonía de todas las voces es lo que nos garantiza que a una versión responderán otras voces, miradas, puntos de vista. Por lo tanto, no es ningún libro el que deba ser sacralizado y protegido es la libertad de acceder a todos los libros que queramos. Y, por tanto, tener la libertad de formarnos nuestra propia opinión de los acontecimientos.
¿Por qué perseguir a los libros?
En el momento en el que empiezas a prohibir algunos libros están dañando esa polifonía e impidiendo que miremos la realidad desde todos los puntos de vista. A mí me parece muy preocupante. En general, cuando se empieza a perseguir los libros es el anticipo de persecuciones a personas. Por desgracia, no conseguimos resolverlo.
¿Qué papel ha jugado la literatura nicaragüense en su etapa como lectora?
Es un tipo de literatura muy destacada. De la infancia recuerdo a Rubén Darío. El poema de Margarita está linda la mar me lo recitaban mis padres cambiando «Margarita» por «Irenita». Durante muchos años creí que ese poema lo habían inventado ellos para mí y que yo era la protagonista. Luego descubrí que había una tal «Margarita» que me suplantaba [risas]. La verdad es que fue una enorme contrariedad y una terrible decepción. Fue la poesía de Rubén Darío lo primero que conocí.
¿Y aparte de Darío?
Gioconda Belli ha sido muy importante, de hecho, una versión ilustrada del poema de Los portadores de sueños fue un libro que me regaló mi pareja cuando nos conocimos y uno de nuestros primeros regalos. Siguiendo ese hilo he leído otras de sus obras: Sobre la grama, Antologías, Escándalo de miel, El país bajo mi piel. Además, es una persona que sin conocerme, ha sido muy generosa y ha apoyado el libro en las redes y lo ha recomendado. También están Ernesto Cardenal, Sergio Ramírez y Daisy Zamora, que son grandes referentes y en mi casa siempre se han leído.
Como escritora, ¿la ha influido la literatura nicaragüense?
En El infinito en un junco estaba más influenciada directamente por autores de ensayo, filosofía, pensamiento, pero es cierto que soy una gran lectora de poesía y siempre he intentado que resuene en párrafos de mi escritura. Gioconda Belli, por ejemplo, tiene una poesía muy personal y melódica que tiene que ver con lo que yo busco. No sabría decir si hay una filiación directa, pero es cierto que la literatura latinoamericana tiene un gran poder evocativo y lingüístico, que llega a los lectores españoles para traernos aire nuevo y reconciliarnos con nuestro idioma, oírlo sonar con otros acentos.
El gobierno de Ortega no solo arremete contra los libros, sino también contra las universidades y su control, atenta contra el sentido crítico y, sobre todo, contra los medios de comunicación. ¿Ha seguido la situación de Nicaragua?
Por supuesto que lo que ha acontecido a Sergio Ramírez ha sido muy impactante. Un Premio Cervantes, un escritor tan celebrado e importante de nuestro idioma es terrible que se vea obligado a vivir en el exilio. Todos esos acontecimientos son muy dolorosos. Siempre que hay escritores exiliados es un dolor que todos compartimos. Mi pensamiento está junto con las personas que resisten intentando a través de la literatura y la palabra crear territorios de libertad. Pienso en la gente que se dedica a la enseñanza, en los libreros y bibliotecarios que seguirán en Nicaragua intentado defender esos pequeños territorios.
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¿Le gustaría visitar algún día Nicaragua?
Sí, me encantaría. Me gustaría muchísimo y, si la pandemia lo permite, mi objetivo es viajar todo lo posible a Latinoamérica. Hay unos festivales centroamericanos que son muy interesantes y para los que ya he recibido alguna invitación, pero por cuestiones de fechas no ha sido posible. La verdad es que me gustaría viajar especialmente a Centroamérica y aprender de todas esas experiencias y del enorme potencial, creativo y cultural que tienen.
¿Hay algún mensaje que quiera transmitirle a sus lectores nicaragüenses?
El mensaje es que deseo visitar Nicaragua y que espero que nos podamos encontrar lo antes posibles porque toda conversación sobre libros es una forma de reivindicar la libertad de pensamiento. Valoro mucho todas las iniciativas culturales y cuando la pandemia lo permita me encantaría visitarlos y poder acercarme a ellos.
Gracias Itene y Sergio y cuantos alientan la vida con la palabra, el libro creabdo espacios de libertad para todos.