«Hoy no es un día de victoria para nadie en Nicaragua», manifestó monseñor Silvio Báez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, en su homilía de este domingo, siete de noviembre, cuando en el país centroamericano Daniel Ortega realizaba unas elecciones generales calificadas como « fraudulentas».
«Este domingo es imposible no pensar en Nicaragua. El mundo entero tiene puesto los ojos en nuestro país a causa del ilegítimo evento que hoy allá se realiza», refirió el jerarca católico durante una misa celebrada en Washington, Estados Unidos, ante nicaragüenses en el exilio que este día se manifestaron en la capital norteamericana en contra del proceso electoral de Ortega.
«Hoy es un día más del doloroso camino de lágrimas y muerte que ha vivido nuestro país y que ha dejado tantas víctimas inocentes, a quienes no podemos ni queremos olvidar: las personas asesinadas por la represión, los exiliados que se han visto obligados a dejar el país y quienes han sido encerrados injustamente en la cárcel y son tratados con crueldad simplemente por querer un país mejor», expresó.
Continuó señalando que «hoy parecen imponerse las oscuras ambiciones de poder de quienes han hecho añicos nuestro país y sus cínicos discursos con los que han intentado distorsionar la historia y ocultar la verdad. Sin embargo, hoy no termina la historia de Nicaragua. Hoy no es el final, sino el inicio de una etapa llena de retos y esperanzas, de luchas y compromisos, de unidad y de generosidad».
Haciendo referencia a la lectura bíblica de este día, el líder religioso insistió que «hay que apreciar y valorar lo pequeño, lo poco que podamos hacer y lo poco que vayamos logrando. Hay mucho qué hacer, pero no nos sintamos abrumados. Las “dos moneditas” de la viuda del evangelio de hoy son una gran inspiración. No hay que perder la esperanza. Es necesario mirar al futuro sin desanimarnos».
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Monseñor Báez subrayó que «lo que no podemos hacer es resignarnos a que un poder autoritario decida por toda la sociedad», al tiempo que invitó a no olvidar a las víctimas del régimen Ortega-Murillo, ni a los pobres, ni a los desempleados, ni las urgentes demandas sociales.
«Tampoco podemos simplemente pasar la página de la historia, ignorando la verdad y burlando la justicia. El futuro será exigente».
«Aquella mujer sin nombre, pero con gran corazón, nos enseñó que la historia cambia y se ennoblece cuando entregamos lo que somos y lo que tenemos sin cálculos egoístas, sin hacer mucho ruido, sin buscar protagonismo y sin considerar la vida social como una competencia».
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«El futuro de un pueblo no depende principalmente de la voluntad de los poderosos, sino de su capacidad de organizarse aunque no vea el futuro con claridad, de soñar en grande aunque sea pobre y de sembrar semillas de bondad y compasión aun cuando es sometido con crueldad. La generosidad es el precio de la esperanza. El futuro inicia desde lo pequeño», declaró el líder religioso desde el exilio.