El actual canciller de la dictadura orteguista, Denis Ronaldo Moncada Colindres, era segundo jefe de la Dirección de Contra Inteligencia Militar en el despacho del general Joaquín Cuadra, en 1984, durante la etapa más cruenta de la Guerra Fría. En ese puesto cometió el peor error de toda su carrera. Uno que todavía lo persigue.
En el tomo número tres de la obra recopilatoria “Memorias de la lucha sandinista”, publicado en 2015 por Mónica Baltodano, el jefe de la unidad “Rufo Marín” de 1979 Glauco Robelo —hoy general de brigada en retiro y conocido como uno de los jefes paramilitares que encabezó las masacres del 2018— recuerda una anécdota que involucra a Róger Miranda Bengoechea. El infiltrado de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), responsable de la muerte de varios miembros de la inteligencia nicaragüense.
El entonces Comandante en Jefe del Ejército Popular Sandinista (EPS) y Ministro de Defensa, Humberto Ortega y toda la cúpula del Frente Sandinista y del ejército de Nicaragua se tuvieron que ausentar durante 15 días para asistir junto a sus homólogos rusos y cubanos a una reunión tripartita en Cuba. El tema a tratar era el traslado de armas a Nicaragua.
–Aquí sólo quedamos Denis Moncada Colindres, Joaquín Cuadra y yo, recuerda Glauco Robelo. Entonces descubrimos una operación que todavía está en video en los archivos de Contra Inteligencia.
El video muestra los planes para matar a Luis Carrión, Julio Ramos, Daniel y Humberto Ortega y a Jaime Wheelock. Humberto Ortega pone al frente de las medidas contra esa operación a Robelo. Y es cuando descubre en otro video a Róger Miranda reunido con tres oficiales de operaciones encubiertas de la CIA. Pero por mala suerte, cuando Miranda hacía contacto con esa gente en San Juan del Sur ve a Glauco.
—¡¿Idiay Chele, qué pasó, brother?!, le grita Miranda.
Glauco se regresa corriendo a Managua y habla con Denis Moncada Colindres.
– Mirá Denis, hay un problema serio, grave. Buscame al general Cuadra donde esté, que quiero hablar con él. En lo que voy saliendo, va entrando Róger, ya bien afeitadito.
– ¿Idiay maje, qué andás haciendo? ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Me salís hasta en la sopa!
Le explica rápidamente que tiene un problema que solo el general Cuadra puede resolver. Miranda le insiste en que le cuente lo que le pasa, sin éxito. Glauco sale a toda prisa de la oficina para organizar la detención del traidor, pero desgraciadamente Moncada hace un comentario que lo pone en alerta:
– ¡No jodás, “el chele” (se refería a Glauco) anda metido en una mierda chiva!
Como Miranda había visto a Glauco en San Juan del Sur a las seis de la tarde, sospecha. Rápidamente se deshace de todos en la oficina y comienza a fotocopiar cada uno de los documentos de la reunión tripartita.
— ¡Moncada la cagó! Miranda huyó ese día. Había quitado de en medio a todo el que le hacía sombra y estuvo dos meses preparando condiciones para escapar por si lo descubrían.
Según el testimonio de Glauco Robelo, gracias al trabajo de espionaje que realizó Miranda es que matan a todos los centros de inteligencia que estaban ubicados desde México hacia abajo.
—Era imposible que el enemigo supiera de esa gente. ¡Claro!, me imagino que interceptó algún informe dirigido a Humberto con toda la piedra y por supuesto él los vendió.
Miranda se fue en el jet presidencial “19 de julio”, que iba a traer a Sergio Ramírez y donde también viajaban Javier Carrión y su esposa.
Al día siguiente Róger Miranda apareció en el Congreso Norteamericano vistiendo un traje impecable azul, una corbata con la bandera de los Estados Unidos y declara enemigos a sus antiguos compañeros de lucha.
El espía que hizo el mejor trabajo de penetración al máximo nivel en el sandinismo, escapó gracias a una aparente imprudencia del actual canciller Moncada.
Acomplejado y sin personalidad
La falta de atención es solo una de las características que enmarcan el carácter del canciller. Para el sicólogo Róger Martínez, Denis Moncada se esfuerza por aparentar que tiene confianza en sí mismo.
“Maneja frases y citas seudocientíficas que le hacen parecer que domina el tema del que habla cuando en realidad no es así. Solo es un repetidor. Fuera de su zona de confort es incapaz de defender su causa y seguramente huiría de la escena como ya lo hemos visto”.
El sicólogo además advierte que Moncada “no tiene capacidad para hilar entre sí sus pensamientos, se le dificulta saltar de un tema a otro con fluidez. Repite el mismo guion aprendido y si le hacen preguntas para cuestionar la gestión del régimen al que pertenece trastabilla con nerviosismo”, asegura en su análisis.
Y agrega: “la fanfarronería soslayada de Moncada es propia de una personalidad acomplejada, se da en personas que necesitan destacar y se aferran a la valoración positiva de los adeptos a su ideología para parecer un buen funcionario, modesto, paciente, estoico”.
Martínez afirma que “para una personalidad con estos rasgos más su preparación militar, es más fácil obedecer órdenes que tener criterio propio”.
En la observación clínica que hace el sicólogo Martínez, a través de las apariciones del canciller en televisión, señala que “lleva una vida con un cierto grado de aislamiento social y defiende su espacio vital manteniéndose dentro de un pequeño grupo que no le genera incomodidad, porque no lo critica ni lo cuestiona”.
En este sentido, varias fuentes allegadas a Moncada, mencionaron que mientras fue parte de la institución castrense gozó de respeto. Sin embargo, señalan aspectos de su personalidad que respaldan la tesis del sicólogo.
—Solo tenés que ver la forma en que se peina. La raya del partido no tiene ni un pelo fuera de su lugar. Así es él. Al menos en apariencia, porque aunque ya era casado sí le conocí a dos “novias” con las que mantuvo relaciones extramaritales fuera de la institución.
La fuente añade que Moncada “el grande”, como lo rebautizó Ortega, entre burla y agradecimiento por su papel como propagandista internacional de su régimen, sí es muy descuidado.
—Una vez, estando en Matagalpa, a principios de los 80, sufrió un accidente con su arma que pudo costarle la vida. Parece que la estaba limpiando y se le resbaló. La bala penetró a la altura de su tetilla izquierda. Si no hubiese sido por la libreta que llevaba en ese bolsillo y que atenuó el disparo, no lo cuenta. Eso fue lo más cerca que estuvo de un combate, cuenta entre risas.
La estatura física del canciller es otro asunto. Según el sicólogo, “en algún momento de su vida sufrió discriminación o bullying debido a su baja estatura. Esto sin duda lo marcó para siempre causando su baja autoestima, introversión e inseguridad. No lo vas a ver dando un discurso espontáneo, siempre tiene hojas de papel donde está escrito lo que debe repetir”.
Éste argumento se comprueba fácilmente por medio de los testimonios de quienes lo conocieron:
—En los 70 se referían a él como “Moncadita”, no por su edad sino por su estatura. Sus compañeros de Radio Mundial –donde realizó una breve incursión como reportero— lo bautizaron “peti puás”, también en referencia a su tamaño. Y años más tarde, tras su retiro del Ejército, pasó a formar parte del grupo que llamaron “los generalitos”, tanto por su tamaño como por su rango militar inmerecido.
Contactos y favores
El canciller Moncada es el segundo de cuatro hermanos. Todos vinculados a la lucha antisomocista durante las décadas del 60 y 70: Juan Gregorio, Denis, Ramón y Edgar. Pero es el único que según fuentes informadas “nunca estuvo en combate”.
Luego del triunfo de la Revolución, el 15 de julio de 1980, él y dos de sus hermanos estuvieron entre los 197 oficiales de la primera promoción de ascensos en grados del Ejército Popular Sandinista. En esta promoción Moncada obtuvo el grado de teniente. En 2004 pasó de coronel a general de brigada, rango con el que se retiró del ejército.
Pero quizás el origen de su autoimagen disminuida sea su abuelo, el general Juan Gregorio Colindres, uno de los 29 hombres que acompañaron a Sandino en su lucha para defender la soberanía nacional. Para algunos este antepasado le sirvió de credencial para subir en el escalafón militar, primero, y más tarde hacer carrera diplomática.
La segunda carta que utilizó en su favor fue el papel que desempeñó en el caso del joven de 16 años Jean Paul Genie, asesinado por un escolta del entonces general Humberto Ortega el 28 de octubre de 1990. En esa época ocupaba el cargo de Auditor General de las Fuerzas Armadas. El expediente señala que existieron numerosos obstáculos en la investigación y no se llegó a identificar ni castigar a los autores.
Según versiones de allegados a Moncada, su participación en el caso Genie le valió para ganarse la confianza de Daniel Ortega y obtener el cargo de representante permanente de Nicaragua en la OEA en 2007, el cargo de vicecanciller en 2013 y la silla principal como ministro de Relaciones Exteriores desde 2017.
En noviembre cumplirá 73 años, pero no se ven intenciones de una pronta jubilación.