No vamos a salir del laberinto en que nos encontramos con la búsqueda de “pactos salvadores”, que solo alimentan la soberbia de una cúpula incrustada en el aparato del Estado; no, lo que debe ponerse en práctica, es más democracia, ir a las profundidades del gentilicio popular, a soluciones que vayan a la raíz de los problemas y dejar de lado la retórica y la propaganda tediosa de un régimen que perdió su rumbo al ensimismarse en su propia audición, y en pactar con quienes en el fondo lo que defienden son sus intereses pecuniarios y el “statu quo” de un rentismo que colapsó como medio de distribución del ingreso, de la riqueza nacional y que no ofrece ninguna perspectiva de cambio en la matriz productiva para dar el salto de rana necesario a la economía nacional.
Las grandes empresas
Las grandes empresas no quieren una verdadera sociedad de economía capitalista. No quieren realizar inversiones que impliquen transformación en la matriz productiva. Quieren que el “papa Estado” las haga rentables y les facilite obtener tasas de ganancia extraordinarias, apoyándolas con el dinero de los contribuyentes.
Dado que el monto de los impuestos indirectos los paga, principalmente, el 90 por ciento de los ciudadanos “de a pie”, podemos decir sin temor a equivocarnos que la política del régimen Ortega-Murillo ha sido favorecer la tasa de beneficio de “los de arriba” a costa de los impuestos de “los de abajo”.
Daniel Ortega y Rosario Murillo
La lógica de Ortega
Hay que estar claro que las decisiones políticas de Ortega no se basan en principios o valores, sino se fundan en el poder. Piensa que, si tiene la mayoría en la Asamblea Nacional y control de todas las instituciones estatales, puede hacer lo que él quiera.