La represión desatada por el régimen de Daniel Ortega, desde el pasado 18 de abril, en contra de manifestantes pacíficos ha obligado a más de 26 mil nicaragüenses a dejar el país, en los últimos cuatro meses, muchos por temor a ser asesinados, encarcelados o morir de hambre por el desempleo.
“Miré que chavalos como yo que solo anduvimos con una bandera (…) estaban siendo acusados por delitos gravísimos, entonces miraba el espejo y empecé a recibir amenazas de que me iban a matar y todas esas cosas, entonces salí de mi casa solo con una mochila en la mano. Salí el 12 de julio y llegué a Costa Rica el 18. Me vine ilegal, aunque tenía pasaporte, porque pasar por la frontera legalmente por Migración es un suicidio porque sabemos que manejan listas de la gente que participó en las protestas (…) Somos catalogados como terroristas, perseguidos nada más por alzar la voz en contra del régimen de Daniel Ortega”, cuenta Erick García, de 30 años, egresado de la carrera de psicología y estudiante de Derecho en la Universidad Central de Nicaragua (UCN).
Más de 26 mil nicaragüenses han tenido que migrar. En los últimos cuatro meses, Migración y Extranjería de Costa Rica recibió al menos a 200 personas diariamente. Más de 12 mil solicitaron refugio al país del sur. En Managua, las instalaciones de Migración y Extranjería, hasta antes del 20 de agosto permanecían abarrotadas. Miles de ciudadanos andaban en busca de su pasaporte.
Las filas alcanzaban más de tres cuadras. Muchos jóvenes cabizbajos, madres acompañando a sus hijos, ancianos con sus nietos y campesinos, intentaban obtener el documento de viaje para huir de su país.
Muchos llegaban desde Masaya, León, Carazo, Granada o Rivas desde las 4 de la mañana para poder ser uno de los primeros en las filas en Migración, otros aceptaban comprar el espacio en la fila a personas, que se aprovechaban de la situación. Por el espacio en la fila tenían que pagar entre 300 y 400 córdobas.
Solo en la semana del 11 al 17 de agosto los responsables de Migración de Nicaragua registraron más de 66 mil servicios en las dependencias del Ministerio de Gobernación; la entidad entregó 8,239 pasaportes nuevos, 695 visas de menores y 496 certificados de movimientos migratorios en el mismo periodo.
Algunos se arriesgaron a pasar las fronteras pese a haber luchado en contra de las injusticias del régimen de Ortega. “Estuve una semana en Managua en una casa de seguridad mientras me tramitaban la visa. El 24 de julio viajé a Costa Rica. Tuve que viajar disfrazado, cambié algo mi imagen para que no me reconocieran. En la Frontera se subió un oficial en el bus y preguntó a varios jóvenes de dónde eran, yo inventé que era de Nueva Segovia porque sabía que no hubo tranques ahí, entonces solo me quedaron viendo y no dijeron más, pero a unos muchachos que dijeron que eran de León los bajaron y empezaron a interrogarlos. Ese fue el último susto que tuve en Nicaragua y al pasar me sentí libre”, detalló un joven, de 20 años, originario de Diriamba, Carazo, al que llamaremos de ahora en adelante “José”, por su seguridad. “José” estuvo en los tranques apoyando con la recolección de víveres y suministros médicos.
Universitarios que huyen de la persecución
La mayoría de los que han decidido huir de Nicaragua por la represión son los jóvenes, ya que fueron los que lideraron la lucha contra el régimen de Ortega. “Lo hice para salvar mi vida, creo que merezco vivir, realizar mis sueños. Cuando pasé la frontera dije ´bueno, ya di algo por mi país, ya intenté mejorar lo que nos heredaron nuestras familias, ahora creo que merezco vivir´”, explicó “José”, quien era estudiante de Ingeniería Industrial. Por sus excelentes calificaciones, “José” era becado interno en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) y ya estaba en cuarto año.
“José” decidió unirse a las protestas en las calles, desde el 10 de abril, en demanda de una buena respuesta de parte del Gobierno al incendio en la Reserva Indio Maíz, la cual pasó más de siete días ardiendo y las autoridades se dieron el lujo de rechazar la ayuda del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Costa Rica. Ese fue solo el inicio, “José” recibió un impacto de bala en la pierna mientras, el 19 de abril, estaba protestando en contra de las reformas a la Seguridad Social dentro del recinto Simón Bolívar, de la UNI.
“Yo me uní a las protestas desde el 10 de abril por Indio Maíz (…) Luego el 19 de abril participé en la manifestación con mis compañeros de la UNI, dentro de la Universidad en una plaza central nos pronunciamos en contra de las reformas a la seguridad social, pero cuando nos vimos ya estábamos rodeados de antimotines que nos estaban disparando, fue ahí donde me dieron un impacto de bala en la pierna. Eso me dejó un hematoma y tuve que regresarme a mi pueblo”, narró “José”.

Al igual que este joven universitario, Erick García, otro estudiante, se indignó por las arbitrariedades cometidas por el régimen de Ortega y se unió a las manifestaciones en Camino de Oriente, en Mangua. García viajó desde su ciudad natal, Jinotepe, junto a unos amigos, para protestar en contra de las reformas a la Seguridad Social.
“Nadie estaba a la cabeza, era una actividad cívica, pero el Gobierno mandó a sus turbas que nos golpearon y robaron y, todo eso, era a vista y paciencia de las personas que circulaban. Algo sin precedentes, nunca había pasado algo tan masivo en ese momento como lo que se estaba dando. Más adelante llegaron los antimotines y nos acorralaron. Nos regresamos a Camino de Oriente y nos tiraron piedras y nos dieron con garrotes. La gente que vio todo eso se encachimbó. Seguimos protestando y la gente se sumó, gente que nunca anduvo en las calles”, detalló Erick, quien además es el creador y administrador de la página Facebook llamada “Macho Ratón”, donde expone todas sus inconformidades con el actuar del régimen de Ortega y sus instituciones.
Pero esto fue solo el inicio, las manifestaciones en contra de las reformas a la seguridad social rápidamente se convirtieron en una demanda de justicia ante las muertes ocasionadas por la represión del régimen de Ortega. Las marchas se duplicaron en todos los departamentos.
La trinchera de “José” luego de ser impactado por una bala de la Policía orteguista se desarrolló en su pueblo, Diriamba, donde sus amigos y vecinos se organizaron para exigir justicia por los primeros asesinatos, que según la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH), hasta el 25 de junio, ya ascendían a 285. Este mismos organismo reporta que al 02 de septiembre, el número de muertos se elevó a 481.
Surgen los tranques de Jinotepe, Carazo
Tras muchas muertes ocasionadas por la represión de paramilitares que se amparaban en la bandera del gobernante Frente Sandinista para atacar, a bordo de camionetas Hilux, a manifestantes pacíficos, el pueblo jinotepino y diriambino decidió empezar a protegerse con barricadas de adoquines.
“El 12 de junio, ese día, siempre se hablaba de que la policía iba a atacar (en Jinotepe). La gente estaba en los traques porque se sentían protegidos de las Hilux de la muerte que llegaban a matar. Había pocos tranques, solo estaban dos principales. Ese día como a las 5 de la mañana, estábamos sentados y en eso llegaron un grupo de paramilitares que venían del interior de la parte del pueblo. Paralelamente, a los cinco minutos, aparecen cinco o seis patrullas de la policía armados hasta los dientes y no con balas de gomas, varios chavalos tenían morteros y tiradoras, muchos salieron corriendo y gracias a Dios ese día no hubo muertos”, explicó Erick García, quien estuvo en las trincheras de Jinotepe durante los días más cruentos de la represión.

Desde ese ataque del 12 de junio en Jinotepe, la población, por su propia iniciativa, levantó tranques en todo el municipio. “Las personas empezaron a levantar tranques casi que cada dos cuadras, porque tenían miedo y vieron cómo entraron esas camionetas, este fue uno de los lugares que hubo más tranques, porque las personas estaban sumamente temerosas de que eso volviera a pasar”, detalló Erick, ahora desde el exilio.
Diriamba
Mientras tanto, en Diriamba, el pueblo se volcó a participar en las marchas que partían desde el edificio del Reloj, hasta que hubo más heridos y decidieron poner sus tranques de protección. “Luego del 20 de abril el pueblo se autoconvoca a una marcha en el Reloj Público. Ahí llegué, aunque andaba renco. La marcha fue tan masiva que llegamos hasta Jinotepe y ahí nos atacaron las turbas del Gobierno que vinieron en camiones de la basura de la Alcaldía. Hubo heridos y tuvimos que replegarnos. Luego de ver los ataques nos conformamos como el Movimiento 19 de abril de Diriamba. La gente empezó a colocar tranques en los que participé, pero desde la logística, lo más que pasaba ahí eran dos horas, me encargaba de andar recogiendo comida, morteros y utensilios para el puesto médico”, revivió “José”.

Aunque Erick y “José” siempre se sintieron en peligro por los ataques que paramilitares perpetraron en los tranques, su mayor temor se desató cuando ven como atacaron, criminalizaron y mataron a los jóvenes que solo estuvieron con morteros y una bandera en los tranques.
“El 08 de junio hubo otro ataque. La gente no tiene ni idea de lo que pasó ese día en Jinotepe. Desde dos días antes nos quitan el agua y la energía. No teníamos los celulares cargados, no teníamos señal de claro ese día. Nadie tenía señal y los que tenía señal en Movistar tenían descargados los celulares. Se estima que ese día llegaron unos 1 500 paramilitares y policías, fue como que llegaban a combatir en la guerra”, rememoró Erick, quien decidió, luego de ese ataque, dejar su país para proteger su vida. García ni siquiera quiso irse legal a Costa Rica porque temía ser reconocido por los esbirros de Ortega.
Mientras tanto, “José” se las jugó para irse de Nicaragua legalmente. Ya tenía pasaporte y unos familiares le ayudaron a tramitar su visa para irse a Costa Rica, mientras se resguardaba en una casa de seguridad. Cuando la obtuvo se dispuso a cambiar su imagen y se jugó la vida saliendo de su país.
Activistas nicaragüenses en lista negra
No solo los universitarios son perseguidos por el régimen de Ortega pues lo activistas que siempre han alzado su voz para exponer las injusticias e irregularidades, cometidas por el Estado, hoy son “considerados enemigos del Frente Sandinista” y les recetan “plomo”. Los enviados del orteguismo en las casa de activistas han colocado pintas intimidatorias, muchos han intentado ser vinculados con actos delictivos y otros han sido atacados directamente por paramilitares que los reconocieron.
“Ahí va el pelón: bam, bam, bam, me tiraron tres balazos”
Marvin Parrales, de 51 años, es un activista social independiente, no pertenece a ninguna organización. Antes estuvo con el Movimiento de los Encachimbados, también fundó el movimiento juvenil Rejudín, después fue parte del Movimiento Cívico Pedro Joaquín Chamorro y hasta fue candidato alcalde por el Partido Conservador en el municipio de Tipitapa, en el 2012. Parrales era conocido en su ciudad por promover protestas cívicas por los abusos de la dictadura, la represión y hasta por el mal servicio de agua potable.
Después de una escasez de agua, promovió una campaña de movilización con sus vecinos para exigir a la estatal Empresa Nicaragüense de Acueductos y Alcantarillados (ENACAL) que les brindaran un servicio continuo, pues pasaban días sin agua y afectaban los negocios de Tipitapa, donde él tenía un Bar y Coctelería, desde hace 25 años.
Cuando empiezan las protestas de los autoconvocados, el 18 de abril, Parrales se une a las manifestaciones. “Entre el 19 y 20 de abril me uno a las manifestaciones después que me entero del primer muerto en Tipitapa, la muerte del estudiante Richard Pavón Bermúdez, de 17 años. Me uno a las protestas azul y blanco y luego empiezo a recibir amenazas y mi negocio a ser asediado por policías”, afirmó Parrales, quien siguió manifestándose pidiendo justicia, pese a que la Policía se plantaba frente a su negocio a requisar a todo el que quisiera entrar, “lo hacían para intimidar a mi clientela y asfixiarme económicamente, era presión económica”, especificó el activista.

Las cosas para Parrales apenas empezaban con el asedio policial. El 14 de mayo fue citado por la Fiscalía de Tipitapa, lo vinculaban con el caso del joven por el que él pedía justicia, Richard Pavón. “Fui citado para declarar, pero me fui acompañado de la población con la que yo había andado demandando justicia por la muerte del joven. Ellos me esperaron afuera de la Fiscalía. Entré, me interrogaron y me advirtieron que seguirían llegando citatorios”, aseguró Parrales.
Al llegar a su casa el activista se encuentra con que su esposa está mal de salud por enterarse de lo que le dijeron a él en la Fiscalía, pues ella temía que lo apresaran por algo que no cometió. “Llego a mi casa y mi esposa se puso mal por todo el asedio policial y por la situación que viví en la Fiscalía, entonces salgo a la farmacia a buscar un calmante y me topo con un grupo de paramilitares, que andaban a bordo de una camioneta, entonces escucho que dicen ´ahí va el pelón‘ y empezaron a disparar. ´Bam, bam, bam´, me tiraron tres balazos, entonces salgo corriendo y no sé cómo pude escaparme sin recibir ningún impacto de bala”, detalló Parrales.
Ese ataque dirigido a Parrales hizo que tomara la decisión de proteger su vida, aunque eso le costara un negocio de más de 25 años y tener que dejar a su familia. “Empecé a esconderme. Me fui al campo donde unos amigos y me escondí por una semana y luego me ayudaron a llegar mojado (ilegal) a Costa Rica”.
Ortega intenta destruir el periodismo independiente
A los activistas y jóvenes obligados a huir se unen los periodistas independientes que al dar cobertura a las manifestaciones azul y blanco también se han convertido en una piedra en el zapato del régimen de Ortega. Los hombres y mujeres de prensa, desde el 18 de abril, han sido golpeados, robados, amenazados, detenidos y perseguidos por el régimen de Ortega y Rosario Murillo, a través de su policía y las fuerzas paramilitares bajo su control. Muchos por temor a ser asesinados en una de las coberturas han decido dejar su trabajo en Nicaragua.
Carlos Valle, de 39 años, es un Ingeniero en Sistemas que desarrolló pasión por la fotografía. Valle laboraba como fotógrafo en el Diario La Prensa y le tocó vivir momentos represivos contra la prensa independiente. Al ver la situación del periodismo en Nicaragua “me hizo pensar si seguía trabajando en La Prensa o si me iba para evitar que me mataran en una de las coberturas”, afirmó Valle.
El fotógrafo Carlos Valle, desde el inicio de las manifestaciones el 18 de abril, fue enviado a la calle a dar cobertura en compañía de los reporteros. Los momentos más difíciles para él fueron cuando paramilitares les dispararon directamente donde estaban realizando entrevistas.

“Me dispararon cuando andábamos dando cobertura al tranque en Ticuantepe, el pasado 19 de junio. Yo creo que Dios me convirtió en Gasparín porque no me tocó ni una sola bala porque rafaguearon hasta destrozar el tranque. Fue ráfaga tras ráfaga y todos salimos como hormigas despavoridas. De ahí ya venía pensando en si seguía trabajando o salía del país porque tengo hijos, tengo esposa. Además, me dolía ver a las madres llorar, yo ya no podía hacer las imágenes sin llorar, me tocaba mucho emocionalmente, entonces yo decía ´me estoy estresando demasiado y puedo morir por una bala perdida´”, narró Valle.
Ese tipo de coberturas tan arriesgadas para la vida de los periodistas y la falta de garantías por parte del Estado para la seguridad de ellos es “una forma de callar a los medios independientes”, analizó Valle. Para este fotógrafo, el hecho de que los paramilitares y policías del régimen de Ortega golpeen, roben, detengan ilegalmente y hasta disparen en contra de los periodistas es una forma más de reprimir y violentar la libertad de expresión, además, de intimidar a los hombres y mujeres de prensa para que dejen de informar las arbitrariedades que el Gobierno comete. “La represión en contra de los periodistas nos obliga a salir del país. Es una forma de callar a la prensa independiente”, resaltó Valle, quien decidió salir de Nicaragua desde el pasado 15 de agosto cuando se intensificaron las amenazas en su contra, a través de llamadas que le decían que lo “tenían fichado”.
Defensores criminalizados por Ortega y Murillo
Ortega se ha ensañado con todos los actores de la sociedad civil que no aceptan su represión; universitarios, activistas, médicos, profesores, excombatientes históricos del Frente Sandinista, periodistas y defensores de derechos humanos.
Un equipo de cuatro defensores de la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH) decidieron autoexiliarse en Costa Rica, el pasado 06 de agosto.
El secretario ejecutivo de la ANPDH, Álvaro Leiva, le tocó ser una víctima más de la represión. Al preguntarle los motivos que lo llevaron a tomar esa decisión de autoexiliarse en el país vecino detalló que fueron las constantes amenazas en contra de todo el equipo de defensores de la ANPDH.
“Nos miramos sujetos a represión y persecución en las oficinas de la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH) de parte de organismos paramilitares que rondaban y asediaban permanentemente la oficina”, especificó Leiva, quien tiene más de 10 años de dedicarse a la defensa y promoción de los derechos humanos de los nicaragüenses.
Coincidente encuentro en aeropuerto de Honduras. Álvaro Leiva y equipo ANPDH en tránsito para Costa Rica. Confieso que nunca he imaginado presenciar un autoexilio en su exacto instante. Llorando, ellos decían que apesar del custo, ha valido la pena defender los DDHH en #Nicaragua pic.twitter.com/HzLQ2JLUMD
— Paulo Abrāo (@PauloAbrao) 6 de agosto de 2018
Las amenazas más claras para Leiva han sido las que le comunicaron sujetos cercanos al régimen de Ortega, quienes le aseguraron que tenían conocimiento de que “venian de manera silenciosa armando una diligencia judicial para penalizar mi actuar de defender vida y defender los derechos. Me dijeron que yo tenía que resguardarme para garantizar mi vida y mi seguridad, al igual que de mi grupo de defensores de derechos humanos, para poder estar a salvo”, afirmó Leiva.
Leiva está claro de que la defensa de los derechos humanos siempre ha representado para él un riesgo de muerte, es por ello, que fue fácil detectar que esta amenaza del régimen era latente. “Defender derechos humanos en Nicaragua es una línea muy delgada entre la vida y la muerte. Ante un Estado que no demuestra una voluntad política de cumplir con los mandatos de la Constitución Política y todos eso instrumentos jurídicos a los que suscribe a nivel internacional, por lo que lo han condenado por no demostrar una política de cumplir con esos compromisos de garantizar los derechos humanos”.
Los retos de los nicaragüenses que migraron a Costa Rica
Los retos, pérdidas y represión que tuvieron que pasar “José”, Erick García, Marvin Parrales, Carlos Valle y Álvaro Leiva fueron difíciles en cada uno de sus ámbitos. Todos tienen en común haber participado de alguna manera en las manifestaciones en contra del régimen de Daniel Ortega. También tienen en común las amenazas de ser criminalizados o asesinados que les hicieron llegar por distintas vías. Llegar con poco dinero a un país diferente, no tener papeles para laborar, dormir a la intemperie, ver hermanos nicaragüenses pasar hambre, dejar a sus familias, perder sus negocios, temer regresar a su país, disfrazarse para no ser detenido en las fronteras, es parte de lo que ellos tuvieron que vivir al dejar Nicaragua.
José
El universitario José, de 20 años, viajó a Costa Rica el pasado 24 de julio huyendo para salvar su vida de la represión del régimen de Daniel Ortega. Se fue legal, pero tuvo que cambiar su imagen para pasar inadvertido en la frontera, al ingresar a Costa Rica se sintió “libre”. Lo que más le dolió dejar en Nicaragua es a su familia, “mi abuela que tiene cáncer, temo que ella fallezca y no poder asistir a su funeral porque si llego a Nicaragua corro peligro de ser apresado o asesinado. Yo sé que la carrera universitaria la puedo recuperar, pero a mi familia no la puedo recuperar”, explicó “José”.
Las dificultades que pasó este universitario al llegar a Costa Rica fueron básicamente económicas, puesto que no tenía tanto dinero y no tenía a ningún familiar que le pudiera ayudar. “No venía con tantos recursos, no contaba con tanto dinero. No tengo familia acá. Aquí más que nada lo difícil es la precariedad, no tener un papel para que te permitan trabajar”. Ahora “José” está siendo asistido por unos amigos que le dan un lugar donde vivir, está esperando el carnet de refugiado para poder ingresar a una de las universidades de Costa Rica y así retomar sus estudios, porque tiene la esperanza de regresar a Nicaragua. “Sí tengo esperanza de volver a mi país, de que Nicaragua tendrá un cambio, de que Ortega y Murillo van a pagar caro lo que le han hecho a nuestra gente y que nuestro país volverá a ver la luz”.
Erick García
El universitario Erick García, de 30 años, viajó el 12 de julio hacia Costa Rica para evitar ser apresado o asesinado en Nicaragua, pues su participación en los tranques lo ponía en situación de riesgo. García se fue “mojado” porque consideró que irse legal era un “suicidio”. Irse ilegal y contar con poco dinero propiciaron que tuviera que dormir a la intemperie, al menos dos días, antes de encontrar amigos que ahora le dan un espacio donde vivir.
“Aquí (en Costa Rica) no tengo ninguna familia, no tengo ningún familiar, ningún conocido más que los mismos compañeros que vienen perseguidos como yo. Esto es sumamente complicado. (…) El día que estuvimos en la frontera, ahí nos quedamos, amanecimos en la acera de ese lugar, ahí dormimos en Migración. Nunca había dormido en la calle, solo teniendo de almohada tu mochila y esperando ahí, porque era eso o que te mate la policía de Ortega, los terroristas, entonces es sumamente complicado, te dan un papel ahí que dice: este papel es válido para asilo nada más y ellos te lo dejan claro, entonces ahí dicen que están los albergues, venís a Costa Rica, San José y resulta que eso de los albergues es una utopía, son insuficientes, no hay la cantidad de albergue suficientes para la cantidad de personas que estamos aquí, o sea, estos que han sobrevivido es por amistades. Gracias a eso es que estoy en un pequeño cuartito compartiendo con tres personas más”, narró García.
Erick García ahora espera su carnet de refugiado para poder tramitar papeles que le permitan trabajar en Costa Rica. Lo que más le dolió a García fue dejar en Nicaragua a sus niños. “Mi niño me llama y me dice: ´cuándo vas a venir, cuándo se va a ir Ortega´, un niño de 5 año diciendo eso. Es complicado, porque dejarlo a la intemperie, sabemos que esta gente es vengativa, esta gente persigue, mata, asesina y luego les echa la culpa a otros”. La esperanza de este joven universitario es que Nicaragua sea libre y poder regresar a su país. “Yo tengo la esperanza de que esto no pase a más, somos mayoría y la gente ya no tiene miedo y esperamos que, en un futuro cercano, esto solo sea una historia triste de lo que pasó en Nicaragua”.
Marvin Parrales
Marvin Parrales, de 51 años, es un activista social reconocido en Tipitapa, Managua. Su labor de convocatoria social hizo que el régimen de Ortega pusiera su maquinaria judicial en su contra para criminalizarlo y asediarlo, sin embargo, fue por un ataque paramilitar, a balazos, por el que decidió viajar a Costa Rica, el 21 de mayo. Se fue ilegal porque temía ser asesinado por participar en las manifestaciones. Lo que le dolió dejar en Nicaragua fue a su familia y perder la inversión que había logrado sostener, durante 25 años, con su negocio de Bar y Coctelería. “Dejar a mi familia es lo más doloroso que me pudo pasar, no tener con quien llorar y expresar mis angustias, no tener un hombro al que acudir cuando me enfermo o necesito consuelo, es realmente difícil”, confesó el activista.
Parrales tienen esperanzas de que en Nicaragua habrá una transición de poder y va a poder volver a su país, porque cree que la unidad y fuerza que ha demostrado el pueblo de Nicaragua rendirá frutos, es por ello que, el mensaje que le envía a los nicaragüenses es que “resistan, resistan, resistan porque pronto vamos a conseguir la Nicaragua que tanto queremos”.
Carlos Valle
Carlos Valle, de 39 años, es un fotoperiodista que laboraba para el Diario La Prensa y decidió dejar su trabajo para resguardar su vida, ya que, en dos ocasiones estuvo bajo fuego y sintió miedo de morir por disparos. Valle se fue legal a Costa Rica, pero ahora tiene el reto de conseguir trabajo en ese país, por ahora ha tenido que vender sus artículos personales para sobrevivir, ya que sus familiares, que tenían tiempo de vivir en territorio tico, le están dando un hogar mientras logra establecerse junto a su familia. La mayor pérdida que tuvo Valle es dejar su pasión. Ahora el fotorreportero tiene que trabajar “en lo que salga”.
Álvaro Leiva

Álvaro Leiva, de 54 años, es un defensor de derechos humanos. Secretario Ejecutivo de la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH). Ha trabajado, por más de 10 años, en la defensa y promoción de los derechos humanos y tuvo que exiliarse en Costa Rica ante la inminente criminalización de su labor humanitaria en Nicaragua. Lo que le duele haber dejado en su país es, especialmente, a las víctimas de la represión del régimen de Ortega con las que trabajaba desde la ANPDH. El especialista en derecho constitucional asegura que tiene el deseo y que regresará a Nicaragua, pero cuando existan las garantías a los derechos fundamentales de las personas, lo cual, “el Gobierno de Ortega no está garantizando”.