La plaza de la fe en Managua, a las 2 de la tarde, estaba semivacía, quizás porque los simpatizantes saben que Daniel Ortega es impuntual. Poco a poco fueron llegando más personas para conmemorar el aniversario 39 del triunfo de la revolución que sacó del país la tiranía de Somoza.
Este año en la tarima que habilita el Frente Sandinista para los medios de comunicación hay muchos periodistas internacionales. Este es un 19 de julio atípico, hoy además de conmemorar la revolución sandinista se cumplen 3 meses de la brutal represión que ha desencadenado Daniel Ortega contra la población nicaragüense. Según la Asociación Nicaragüense Pro-Derechos Humanos son más de 350 las víctimas del régimen.
Suenan canciones de los hermanos Mejía Godoy. Las camisetas con frases sobre la paz, el amor, la reconciliación ahora se confunden con camisetas blancas que llevan la palabra «PLOMO».
Otros lucen camisetas negras con un gráfico en la parte trasera que dice «Soy sapo ¿Y qué es la verga?», con un dibujo de un batracio de color verde. Los militantes de Ortega intentan reivindicar al sapo, ante las múltiples expresiones de repudio de quienes se oponen al tirano, que consideran detestable que un nicaragüense delate a otro que protesta, a sabiendas que podría ser encarcelado o asesinado por los paramilitares que operan en las calles bajo control del Gobierno.
Llegan autobuses con jóvenes uniformados con camisetas y pañuelos rojinegros, se sientan en las 3 tarimas, pero no dan abasto y solamente logran llenar por completo la tarima principal que es donde se va a sentar Ortega y Rosario Murillo. Las otras dos tarimas quedaron con varios asientos vacíos.
Llegó exhibiendo sus armas
Un helicóptero comienza a dar vueltas sobre la plaza. Es la señal de que pronto aparecerá Ortega. Más autobuses llegan al punto de concentración. En su interior vienen representantes de los poderes del Estado, representantes diplomáticos, jefes del Ejército y principalmente de altos miembros de la Policía Nacional.
Cerca de las 03:30 de la tarde llegaron más de 8 camionetas con policías armados con fusiles de guerra, un centenar de policías corrían al lado de las camionetas. Ortega entró a la plaza como si estuviera en campaña electoral, medio cuerpo fuera por la puerta del techo de su camioneta Mercedes Benz blindada, junto a Rosario Murillo.
Los reporteros internacionales comienzan a murmurar sobre la entrada de Ortega.
«Parece que estuviera en cierre de campaña, si no habla mal de Estados Unidos, puede que adelante las elecciones».
Comienzan a sonar morteros, unas ráfagas de morteros interminables son lanzados desde la parte sur de la plaza, más de 13 jóvenes lanzan las cargas de pólvora en dos hileras. Los parlantes comienzan a sonar efectos de sonido de fuegos artificiales, da la sensación de ser 4 de julio en Estados Unidos. Los simpatizantes de Ortega se apartan para dejar pasar a los vehículos blindados, y los policías, quienes con AK-47 hacen señales de victoria a las personas que miran la fila de vehículos. Siguen sonando los morteros. Ortega sube a la tarima, los morteros se intensifican.
El discurso de Ortega: 15 veces “golpistas”
El discurso de Ortega estuvo cargado de un lenguaje agresivo en contra la Iglesia y de los que se oponen a su régimen. Los principales términos usados por el mandatario denotan el interés de culpabilizar y figurar a un enemigo.
Ortega empleó en 42 ocasiones palabras relacionadas a la acción de matar (mataron, asesinaron, mató, asesinos, criminales, crímenes) y en cuatro ocasiones los términos tortura o torturados.
Se refirió a golpe, golpe de Estado o golpistas en 15 ocasiones, contradictoriamente a lo largo de su discurso, Ortega usó la palabra «paz» 25 veces. Mientras, empleó en tono irónico el término “pacifistas” en cuatro ocasiones para referirse sus adversarios.
En su alocución que duró 39 minutos y 22 segundos, Ortega despotricó contra los obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, que actúa como mediadora y testigo en el diálogo nacional. Ortega reveló que los obispos durante la reunión que sostuvieron el 7 de junio le plantearon la hoja de ruta para democratizar a Nicaragua. «Me leyeron la cartilla», narró Ortega, para seguidamente tildar a los jerarcas de “golpistas”. El mandatario usó ese término en 15 ocasiones para remarcar la “estrategia golpista” de los religiosos.
«Me duele mucho decir esto porque le tengo aprecio a los obispos, les respeto, soy católico. Pero ellos tienen posiciones desgraciadamente, siempre se impone la línea de confrontación, no de mediación».
El Nuncio Apostólico, Stanislaw Waldemar Sommertag escuchó las serias acusaciones y palabras de Ortega contra el clero nicaragüense que se ha puesto del lado de los civiles desde que inició la represión.
Ortega llevaba poco más de 10 minutos de discurso cuando los primeros simpatizantes comenzaron a abandonar la plaza. En su parte fuerte del discurso, Daniel Ortega criminalizó la protesta, habló de fuerzas diabólicas, mencionó a los policías asesinados, pero no dijo nada sobre los más de 280 civiles asesinados por su régimen.
«Están llamando (los obispos) a exorcizarnos. Que exorcicen a los demonios que tienen allí a la orilla. Que vean que el camino no es la guerra, sino que es la paz, el diálogo, que les digan que tenemos que restablecer de forma definitiva la paz, la estabilidad, para que el país pueda seguir creciendo, seguir desarrollándose»
Ortega prácticamente les dedicó a los obispos las frases más fuertes. La Iglesia Católica ha sido atacada de diferentes maneras por el régimen que gobierna.
«Me duele mucho decir esto porque yo le tengo aprecio a los obispos, les tengo aprecio y respeto, soy católico. Pero desgraciadamente siempre se impone la línea de la confrontación y no de la mediación. No acaban de comprender que una mediación es para sentar a las dos partes. Bueno esto es lo que ellos quieren realmente, yo pensaba que eran mediadores, pero no, estaban comprometidos con los golpistas, eran parte del plan de los golpistas».
Mientras el dictador sigue con su tono soso, hablando de golpes de Estado, de imperialismo, de ritos satánicos y exorcismos, algunos sandinistas se dejan llevar por las bebidas alcohólicas y comienzan a armar peleas que son rápidamente neutralizadas por policías de civil y miembros de sus fuerzas de choque que toman a los contendiente por el cuello y se los llevan debajo de las grandes banderas sandinistas que ubicaron a la par de la tarima dispuesta para los periodistas, y luego de ser golpeados son sacados a empujones de la celebración.
De nuevo, Daniel Ortega llamó terroristas a los nicaragüenses que desde el 18 de abril protestan contra su régimen dictatorial. Así mismo el dictador insiste con su teoría del enemigo exterior que financia las protestas en contra de su tiranía.
La Iglesia no sufre por ser calumniada, agredida y perseguida. Sufre por quienes han sido asesinados, por las familias que lloran, por los detenidos injustamente y por quienes huyen de la represión. Rezamos y estaremos a su lado siempre en nombre de Jesús.
— Silvio José Báez (@silviojbaez) 19 de julio de 2018
Este año su celebración privada solo recibió el apoyo internacional del canciller de Cuba, Bruno Rodríguez y el canciller de Venezuela, Jorge Arreaza. Quienes, en nombre de Nicolás Maduro y Raúl Castro, se pusieron del lado del régimen rojinegro. Es evidente que Ortega está aislado internacionalmente.
Ortega finaliza su discurso gritando «patria libre o morir», la consigna del pueblo de Nicaragua que se enfrentó y derrocó a la dictadura de Somoza hace 39 años.
Al salir de la tarima, de nuevo los morteros interminables suenan en la plaza. Daniel Saluda a sus seguidores que ya son menos de los que había a las 3 de la tarde. El centenar de hombres armados se pone firme y comienzan a desfilar frente a sus simpatizantes. Los reporteros internacionales señalan que Ortega apenas y mencionó a los Estados Unidos en su discurso.
En los altavoces suenan canciones viejas de campaña del Frente Sandinista, y por cosas de la vida a Daniel Ortega lo despiden entre morteros, los mismos morteros que utilizan los estudiantes, campesinos y artesanos de Monimbó para defenderse de las hordas de paramilitares que los asesinan con armamento de guerra.