[vc_row][vc_column][vc_column_text]La dictadura de Daniel Ortega sigue escribiendo con sangre sus últimas páginas. El viernes 13 de julio de 2018 será recordado por ser el día en que el régimen exhibió su debilidad y brutalidad en todos los sentidos, por un lado mientras Daniel Ortega simulaba realizar el repliegue a Masaya, solamente acompañado de algunos vehículos donde viajaban policías, sus periodistas y trabajadores públicos, en Managua las hordas asesinas de paramilitares y policías disparaban ráfagas con fusiles AK-47 a los universitarios, que desde el 7 de mayo se habían atrincherado en la Universidad Nacional.
Uno de los jóvenes fue asesinado en una de las barricadas de la universidad. Su cuerpo pasó la noche tirado bajo el cielo nocturno de Managua, mientras la munición trazadora del régimen encendía luces, delatando a los universitarios que intentaban socorrerlo y no quedó más remedio que refugiarse en la parroquia Divina Misericordia.
Su muerte fue confirmada por la Asociación Nicaragüense Pro-Derechos Humanos, pero su identidad se desconoce.
Los chavalos se despidieron de sus familias
Tan brutal era el ataque de los paramilitares del régimen, que muchos jóvenes al ver que estaban rodeados llamaron a sus familias para despedirse; algunos lo hicieron en directo mientras transmitían por Facebook Live.
«Mama perdóname, desde abril no te veo. No me arrepiento de nada», dijo uno de los jóvenes frente al teléfono con el que transmitían el ataque.
El recinto universitario fue tomado por los paramilitares, quienes iniciaron un incendio dentro de la universidad, dañando seriamente la infraestructura y los equipos. Rápidamente como si ya estuviera preparado el documento, el secretario general de la UNAN-Managua hizo responsables del siniestro a los jóvenes que estaban siendo atacados.
«Hacemos responsables de estos hechos a los grupos vandálicos y criminales, que desde hace más de dos meses tienen tomado por la fuerza nuestro recinto».
Algunos estudiantes lograron refugiarse de la lluvia de balas en la parroquia Divina Misericordia, pero muy en la línea de la última semana, el régimen de Daniel Ortega no respeta ni las iglesias.
«Los jóvenes aquí mandan audios a su familia despidiéndose, temen lo peor. Al fondo una que ya fue torturada dice muy segura: ‘primero me suicido y no me dejo agarrar viva’, mostrando un pedazo de vidrio que ya tiene preparado»; tuiteó el periodista Ismael López, quien junto a los periodistas José Noel Marenco, Sergio Marín y el corresponsal del Washington Post Joshua Partlow, quedaron atrapados junto a estudiantes heridos y el sacerdote de la parroquia en el templo.
No dejaban pasar a las ambulancias
Dentro de la parroquia había estudiantes heridos; una de las jóvenes recibió un disparo en su pierna derecha, la bala le atravesó pero tocó varios huesos fracturándole la rótula.
“The pain is unbearable” says this medical student who was shot through the leg today and left on the ground for hours in the church because police wouldn’t let ambulances in to carry out wounded. pic.twitter.com/aSJLzKEg8c
— Joshua Partlow (@partlowj) 14 de julio de 2018
«El dolor es insoportable, si hago cualquier movimiento con la pierna me duele mucho. Es un dolor intenso».
Cerca de las 10 de la noche miembros de la Comisión de Verificación y Seguridad lograron «negociar», la salida de los heridos y del periodista Joshua Partlow. Dentro quedaron el resto de periodistas y los universitarios que no estaban heridos, quedando a merced de las turbas asesinas.
«Necesitamos nos saquen de aquí. Urgente. Estamos atrapados, están tirando a matar. Asesinos del régimen nos tienen rodeados. Solo dejaron salir a los periodistas estadounidenses», escribió el periodista José Noel Marenco en su cuenta de Facebook a las 11:30 PM.
El ataque se intensificó tanto, que los usuarios en las redes sociales ante la desesperación de los mensajes y la información que salía de los estudiantes y periodistas, decidieron salir en caravana vehicular para tratar de auxiliar a los cautivos. Pero la caravana nunca llegó hasta la parroquia.
Pobladores de Villa Fontana se plantaron frente a cinco patrullas de la Policía, que mantenían cercados a los estudiantes en la Iglesia Divina Misericordia. Los Ciudadanos apelaban a la conciencia de los oficiales para que liberasen a los universitarios. La caravana también fue retenida por oficiales de policía, quienes cobardemente apuntaron sus armas contra los civiles. La caravana llegó hasta los semáforos del club terraza, a poco más de un kilómetro de la parroquia Divina Misericordia.
Gerald Vásquez era de Masaya
El segundo joven asesinado fue Gerald Vásquez, quien en la madrugada recibió un disparo en la cabeza, según el periodista Ismael López quien lo vio morir. Gerald tenía 20 años y estudiaba técnico en construcción en la UNAN.
El universitario resistió varios minutos el impacto de bala, los paramédicos dentro de la Iglesia intentaron salvarle la vida, pero no contaban con el equipamiento suficiente para atender una herida tan grave. Cerca de las 5 de la mañana murió.
A los estudiantes no les dio tiempo ni de llorar a su compañero, el ataque inició con los primeros rayos del sol. De nuevo disparaban ráfagas contra las ventanas, puertas y paredes de la parroquia, que seguían resistiendo los proyectiles de guerra. El ataque duró más de 15 horas.
Esta mañana tuvo que llegar el Cardenal Leopoldo Brenes junto al Nuncio Apostólico Stanislaw Waldemar, representantes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH), para que los jóvenes pudieran ser evacuados y llevados a la Catedral Metropolitana.
Los jóvenes fueron recibidos con alegría por sus familias y un grupo de personas que lo esperaban en catedral. Fueron recibidos como héroes, tras resistir más de 15 horas la represión asesina del régimen de Daniel Ortega, que lleva en sus páginas manchadas de sangre más de 350 asesinatos desde el 19 de abril.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]