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Es triste que muchos nacionales y extranjeros consideren a Nicaragua como un país rico que se puede explotar inmisericordemente y extraer de él los recursos naturales para provecho personal. Pero la culpa es nuestra porque actuamos con indiferencia, como los tres monitos: no veo, no oigo, no hablo.
Sabemos de los intereses políticos que tuvieron países cercanos y lejanos en contra de nuestro país; de vecinos que se aprovecharon de nuestros pleitos internos para aumentar su territorio; de piratas y corsarios que atacaron impunemente nuestras poblaciones; de filibusteros y aventureros que intentaron adueñarse del país; de policías, militares y políticos corruptos en pos del enriquecimiento ilícito; de camarillas empresariales aprovechadas; de madereros voraces; y de comerciantes, agricultores, y ganaderos indiferentes a los efectos negativos que sus actividades provocan en la naturaleza.
Lamentablemente, Nicaragua es un país con un alto riesgo a las catástrofes naturales imprevistas y a los efectos del cambio climático. Recordemos los sismos que asolaron a Managua en 1931 y 1972; el tsunami de 1992 en el que murieron 170 personas en su mayoría niños; el Huracán Mitch de 1998 que provocó el deslave del volcán Casitas, donde fallecieron 3,000 personas, y otros hechos catastróficos en los que la mano del hombre ha tenido mucho que ver, tales como:
-El Aluvión del 4 de octubre de 1876, narrado por Gratus Halftermeyer en su obra “Managua a través de la Historia”. Un aluvión descendió de las Sierras de Managua, por el camino de Ticomo y bajó por la Calle Honda, arrastrando personas, árboles, y peñascos voluminosos.
¿Y qué pasa hoy, que continuamos destruyendo bosques y excavando la zona sur elevada de Managua por donde descendió la gran correntada de 1876, sin aplicar medidas de amortiguamiento?
-Managua, una ciudad que le dio la espalda al lago Xolotlán descargándole basura, heces fecales y desechos tóxicos de empresas industriales, durante muchos años.
Debido a la mano del hombre los principales problemas de Managua y otras ciudades son: basura por todos lados, tráfico colapsado, cauces obsoletos, inundaciones, escasez y pésimo servicio de agua potable, etc.
-La minería a cielo abierto y el despale irracional en áreas urbanas y rurales ha desertificado algunas zonas; ha provocado el colapso de ríos, lagos, lagunas, y reservorios; agotó o contaminó los pozos; y profundizó el manto acuífero.
-Para colmo, la construcción de un canal eleva el riesgo de contaminar y agotar nuestro mayor recurso hídrico: el lago Cocibolca.
-La colonización en zonas de reserva natural incentivó la explotación maderera irracional e indiscriminada. Se arrasó el bosque y las vegas de los ríos sin aplicar medidas de reforestación, y se ha disminuido el caudal de ríos, cascadas y ojos de agua.
-La depredación en la reserva de la biosfera Bosawás de 20,000 km cuadrados, la mayor reserva forestal de Centroamérica, ya afectó el 30% de dicha reserva. También hay afectaciones en el Macizo de Peñas Blancas, debido al aumento de la frontera agrícola.
-Los colonos han invadido propiedades de las etnias en las Regiones Autónomas del Caribe Norte y Sur, han generado conflictos sociales entre las partes involucradas y han producido muertos y heridos.
-La tormenta Nate provocó fuertes marejadas y afectó carreteras y puentes, daños en barrios y comunidades de varios municipios, zozobra de embarcaciones en las zonas marítimas, inundaciones en las zonas bajas, deslizamientos en laderas, y desborde de varios ríos, poniendo en evidencia nuestra fragilidad ante los cambios climáticos.
No sigamos tolerando el saqueo de nuestros recursos que debilita las defensas naturales del país contra el cambio climático. Enterremos la política de los tres monitos y elevemos nuestra voz de protesta.
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