Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951) es licenciado en filología románica. Poeta, novelista, ensayista. Una de las voces más reconocidas de la poesía española. Galardonado con el Premio Nacional de la Crítica de poesía (1981), el Premio Internacional Ciudad de Melilla, el Premio Internacional de Poesía Generación del 27 (2004), entre otros. El pasado octubre publicó su poemario Lujurias y Apocalipsis (Visor, 2022).
P: En uno de los poemas de su último poemario escribe: “Odio a los políticos”.
R: Sí, es verdad. La mayoría son bastantes cortos de inteligencia y sumamente mentirosos y voraces.
P: ¿Hay algo bueno en la política actual?
R: Lo mejor que veo es mediocre. Yo, por ejemplo, voto. No me abstengo porque considero que tengo que votar a lo menos malo.
P: Se ha mostrado también muy crítico con la figura de la Iglesia católica y el papa.
R: El seguimiento a la Iglesia católica es un mal antiguo de España. No hay por qué convertir la religión católica en una ideología política. Una religión convertida en ideología política es el mayor desastre que puede haber. Por eso, la idiotez del papa Francisco, subnormal profundo, cuando dice que “España debe pedir perdón por la conquista de América”, pero necio… sin eso no existiría el catolicismo allí. El papa Francisco es de lo más tonto que existe en el mundo actual.
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P: ¿Cómo ha sido su relación con la literatura latinoamericana?
R: Ha sido siempre muy buena. En España cuando estudiaba el bachillerato, no se estudiaba la literatura latinoamericana, pero había una excepción nicaragüense: Rubén Darío. Entonces, leí y me aprendí cosas de Rubén.
P: Aparte de Rubén Darío, conoció a otros poetas nicaragüenses.
R: Conocí a uno que es un mito, (Carlos) Martínez Rivas. Yo tenía 19 años cuando lo conocí. Estaba siempre borracho, pero era cultísimo. A otros amigos y a mí nos encantaba oírle porque hablaba de autores que no conocíamos. A Ernesto Cardenal, lo conocí ya mayor. Un señor muy cordial, un personaje extraño. Luego, ya a Gioconda Belli recientemente.
P: Nicaragua atraviesa una situación crítica y Ortega recurre a la censura literaria y mediática. ¿Ha seguido la situación?
R: Sí, he seguido la situación. Toda censura es un horror, excepto alguna elemental: insultar o que en temas delicados se tenga cuidado. No en balde son las dictaduras de izquierda o de derechas, lo primero que hacen estas es implantar la censura.
P: ¿Se vio perjudicado por la censura franquista?
R: Cuando empecé quizá me autocensuraba un poquito. Incluso ya en el año 75 cuando estaba muy cerca de morirse Franco tomé la decisión de que tenía que escribir lo que quería y si no se podía editar, mala suerte. Lo metía en un cajón y esperaba. Con Hymnica (1979) decidí que lo iba a hacer como saliese y que no tendría en cuenta si pudiera o no publicarlo. De entrada pensé que no se podría publicar. De suerte, Franco murió cuando el libro todavía estaba haciéndose.
P: ¿Cree que las revoluciones sirven para algo?
R: Debieran servir, pero por desgracia en el siglo XX las revoluciones han fracasado todas. Véase, por ejemplo, la de Castro. Fue un hombre absolutamente esperado, la gente lo recibió muy bien, pero la revolución fracasó porque Castro la convirtió al cabo de año y medio en una dictadura brutal.
P: ¿Y la revolución sandinista?
R: La sandinista exactamente igual. Todos queriendo quitarse a Somoza y cuando se quitó Somoza, ahora tienes a uno peor. El Daniel Ortega de ahora es bastante peor que Somoza.