«La vida resucitada no reproduce ni prolonga la condición humana que vivimos ahora», recordó monseñor Silvio Báez, obispo auxliar de Managua, durante su homilía de este domingo, seis de noviembre.
Desde la iglesia Saint Agatha, en Miami, Estados Unidos, el jerarca católico se refirió a la resurrección, señalando que, en el evangelio de hoy, «Jesús deja claras dos cosas. Primero, que todos moriremos un día, y segundo, que la vida futura no es prolongación de la existencia presente».
«Por eso, es ridículo divinizarse y vivir como si no fuéramos a morir. Si al final lo único que permanecerá será el amor, no tiene sentido vivir sin compasión, ser indiferentes frente al dolor ajeno, provocar sufrimiento, no cuidar la creación y sostener estructuras sociales inhumanas e injustas», añadió el prelado.
El mensaje del obispo llega el día en que el régimen de Daniel Ortega busca reforzar su control sobre los municipios, mediante unos comicios calificados de «farsa electoral» por analistas políticos y activistas.
Monseñor Báez subrayó que «es absurda la supuesta religiosidad de quien invoca a Dios, como Creador y dador de vida y, al mismo tiempo, irrespeta la dignidad de las personas y se impone con un poder fundado en la mentira, la opresión y la violencia».
«Dios no es cómplice de los injustos»
El obispo en el exilio también compartió palabras de consuelo y esperanza para las familias que han perdido un pariente a causa de la represión.
Su homilía sostuvo que en el evangelio se afirma que seremos «hijos de Dios para siempre» después de la muerte, y esta esperanza es «el corazón de nuestra fe cristiana y nos debe sostener en los momentos de oscuridad, de sufrimiento y de muerte».
«No es la vida la que vencerá a la muerte sino el amor», dijo el líder religioso.
A los dolientes manifestó que «cuando mueren nuestros seres queridos, sentimos su partida y lloramos su separación; sin embargo, ellos no dejan de existir, su vida se transforma. Para Dios no mueren, él los contempla y los acoge en su corazón de Padre por toda la eternidad».
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«Dios se revela como un Dios de vida especialmente en el drama de la muerte de las víctimas que han ofrendado su vida por un mundo más justo y humano. Más allá de la justicia humana, la fe nos da la certeza de que Dios les hará justicia, comunicándoles su misma vida, pues Él no es cómplice de los injustos, ni alguien que se pliega a las pretensiones de los poderosos», agregó monseñor.
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Finalizó reiterando que esta fe en la resurrección es la que ayuda a superar los límites y las heridas del presente y, por eso, «podemos orar confiadamente con el salmista: “Se alegra mi corazón y se regocija mi alma. Mi cuerpo reposa confiado, porque no abandonarás mi vida en lugar de los muertos ni dejarás que tu fiel servidor se quede en el sepulcro”».