Alrededor de 150 mil nicaragüenses han optado por el exilio tras la represión estatal desatada contra quienes se manifestaron en rechazo a la administración de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Entre los ciudadanos que han salido huyendo de la persecución política se encuentran estudiantes que vieron truncados sus sueños en Nicaragua, porque fueron expulsados de las universidades públicas o porque necesitaban resguardarse de la persecución efectuada por las fuerzas de choque del régimen.
El equipo de Artículo 66 se comunicó con dos mujeres nicaragüenses que se exiliaron huyendo del acoso de los seguidores de Ortega. Actualmente, ambas residen en Costa Rica. Las dos salieron de Nicaragua el 14 de agosto de 2018.
Nilska Peña Úbeda, de 18 años, junto a su mamá y su hermano menor se movilizaron a territorio costarricense en búsqueda de un lugar seguro. Su padre, quién desde el 26 de junio de 2018, se exilió a causa de una orden de captura y las amenazas en su contra, los estaba esperando.
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La familia consideró que solo vivirían una «temporada» en San José, sin embargo ya se acercan los cuatro años y la situación en Nicaragua persiste y empeora. El régimen de Daniel Ortega continúa controlando al país y a la fecha creen que no hay probabilidad de un retorno seguro y con garantías.

«Para mí serían tres meses o un mes y ya iba regresar con mis abuelitos, iba a regresar con mi familia, regresar a mi casa para tener la vida que tenía, sin embargo eso no pasó así», lamentó.
A Marilyn Valle Gómez, de 24 años, también el hostigamiento y las amenazas por parte del aparato represivo de Ortega la obligaron a salir del país.
La joven originaria de Chinandega no tuvo la oportunidad como Nilska de irse con su familia al exilio. A Marilyn le ha tocado vivir sola y lejos de sus padres en estos cuatros años de crisis.
Amenazas de muerte, persecución y asedio contra las estudiantes
Nilska Peña Úbeda relató que en 2018 su papá, primas, primos y tíos se involucraron en la lucha cívica apoyando en los tranques ubicados en Matagalpa; y durante la «Operación Limpieza» que ejecutó el régimen de Ortega a nivel nacional, su prima Solange fue secuestrada por paramilitares y desde ahí «inició el calvario para mi familia».
«Desde la captura de ella comenzaron las amenazas hacia mi familia, lo primero que nos dijeron fue que nos iban a mandar las fotos de ella como estaba picada, o sea, que eso era una amenaza de muerte contra ella», indicó.

«Me daba miedo salir a las calles, porque sabía que en cualquier momento podían hacerme algo para dañar a mi familia, (…) un mes exactamente después asesinan en Jinotega, en ese momento, a mi novio Leyting Ezequiel Chavarría Pérez. No pude ir a su vela ni a su entierro, lo cual a mí me costó demasiado dolor y ahí supe que esto no iba a terminar en ese momento», añadió.
El acoso no paró para Nilska y su familia ni siquiera desde el exilio. Paramilitares y seguidores de Ortega en Costa Rica los amenazaron con llevarlos presos a Nicaragua.
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La joven matagalpina señaló que el régimen de Ortega tras su salida del país, aprovechó para saquear y destruir su casa. Además, le celebraron juicio en ausencia a su papá y con todos estos atropellos «supimos que nosotros no podíamos volver a Nicaragua».
En el caso de Valle Gómez, su participación en las protestas antigubernamentales, le costó la expulsión indefinida de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua de León, donde cursaba su carrera en Farmacia.

«Anduve liderando marchas en contra del gobierno entonces comenzaron a regar vídeos y fotos donde yo salía en eso. Me expulsaron de la universidad y tuve que venirme prácticamente huyendo para acá (Costa Rica)», explicó la joven.
Ataques xenófobos
Nilska Peña y Marilyn Valle coinciden en que migrar ha significado un «cambio drástico y duro emocionalmente» para ellas. Resaltaron que la xenofobia de algunos grupos ha sido la situación más difícil que les ha tocado vivir.
«En el colegio que estaba sufrí xenofobia por una maestra. Mis compañeros siempre fueron demasiado buenos, dándome ánimos. Pude ver la solidaridad de ellos; sin embargo ella (la maestra) me decía que porqué no me regresaba a mi país, me hacía desprecio y para lo peor era mi maestra guía», relató Nilska.

«Con la pandemia dejé de estudiar y llegué a pensar que las clases no son para mí, sin embargo el año pasado (2021) lo intenté y lo logré. Saqué promoción, aún me falta para salir del colegio y la verdad es que es un reto, no es fácil entender que no estás allá y estás aquí; pero me he animado con decirme: “¡Me voy a preparar aquí, para dar lo mejor de mi allá!“», subrayó.
Por su parte, Marilyn no logró seguir estudiando Farmacia en Costa Rica, por el costo y la duración de la carrera; y al ingresar a la Universidad Latina, donde estudió un semestre de Periodismo, le tocó también padecer xenofobia «tanto de los maestros como de mis propios compañeros».
«Cuando me cambié de universidad todo cambió (…) Sentí un gran cambio, me sentí como en casa porque tenía compañeros nicaragüenses y siento que ahí no he tenido ningún ataque xenófobo ni de otra índole», añadió.

Actualmente, cursa la carrera de Periodismo en la Universidad Internacional de Las Américas. Con su esfuerzo, consiguió un beca del 35 % y sus padres le ayudan económicamente con lo restante. En diciembre 2022 espera culminar sus estudios.
Consecuencias psicológicas del exilio
Desde el exilio, Gómez manifestó que gracias al apoyo de sus padres no ha tenido dificultades económicas, pero sobrellevar las emociones «es difícil», porque «no tengo cerca a mis padres, ellos tienen la oportunidad de venirme a ver a Costa Rica, pero jamás va a ser igual como estarlos viendo todos los días».
En el caso de Peña, el migrar a Costa Rica por la persecución política contra su familia le desarrolló un problema de depresión. Le costó adaptarse a la ciudad, a otra cultura y otro método de educación.

«Para mí era como difícil aceptarlo, porque yo en todo momento decía: “Yo quiero regresar”. Para mí mi duelo sigue siendo mi duelo, me cuesta aceptar que estoy en otro lugar, en otra cultura, todos los días pido porque las cosas en Nicaragua terminen y yo poder regresar. Estuve en depresión porque no podía aceptar la realidad de que estoy en Costa Rica, que tengo otra vida», dijo con su voz entrecortada.
Nilska, desde San José, confía en que algún día volverá a Nicaragua y «va a valer la pena absolutamente todo lo que me ha tocado pasar, vivir, lo que le ha tocado vivir a mi familia».
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«Voy a seguir de la mano con mis estudios, voy a seguir estudiando y voy a tratar de ser muy fuerte, y demostrar que no pudieron contra mi familia, contra mi y que vamos a salir adelante», puntualizó.
Más nicaragüenses obligados a exiliarse
Desde 2018, a raíz de la llamada Operación Limpieza, el operativo estatal que levantó a punta de sangre y fuego las barricadas contra el régimen de Ortega, fue el inicio del exilio masivo de nicaragüenses a Costa Rica.
La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en marzo de 2022, reveló que el número de refugiados y solicitantes de asilo nicaragüenses en Costa Rica se ha duplicado y ha alcanzado los 150 mil en los últimos ocho meses.

El organismo señaló que la cifra de refugiados ya equivale al 3 % de la población total del territorio costarricense, y que este flujo supera incluso el de refugiados y solicitantes de asilo que fueron acogidos por este país durante las guerras civiles de Centroamérica en los años 80 del siglo pasado.
ACNUR ha solicitado a la comunidad internacional que aumente su apoyo a Costa Rica y otros países que acogen el éxodo nicaragüense y que se encuentran en dificultades económicas debido a la pandemia de COVID-19.
Actualmente, el retorno de los nicaragüenses en el exilio es inseguro, debido a que la administración de Ortega continúa violando los derechos de la ciudadanía y la represión, el asedio, el acoso por parte de la Policía, los paramilitares y seguidores del régimen prevalecen en el país.