Un grupo de exiliados nicaragüenses en Costa Rica realizó una vigilia en demanda de justicia por la muerte del general en retiro y prisionero político Hugo Torres, fallecido este sábado, 12 de febrero, en el hospital Roberto Huembes, de la Policía sandinista.
«Hugo Torres no murió, la dictadura lo mató!», eran parte de las consignas de los compatriotas que se reunieron en la Plaza de la Democracia, en San José, por la muerte del vicepresidente de la Unión Democrática Renovadora (Unamos).
A través de un comunicado, la Unión de Presas y Presos Políticos Nicaragüenses, quien participó de la vigilia, denunció «el estado de indefensión y el trato cruel, inhumano y degradante en que se encuentran las personas prisioneras políticas a manos de la dictadura en Nicaragua».
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«Por segunda vez la negligencia, violencia y falta de humanidad de la dictadura cobra otra vida de un hermano prisionero político como es Hugo Torres Jiménez, quien fallece lejos de su familia, sin tener derecho a un debido proceso y acusado por crímenes que jamás cometió», condenó la UPPN.
Enfatizaron que la situación actual de los prisioneros políticos es preocupante y cada día aumenta el riesgo de agravar su condición de salud, que podría desencadenar otro hecho lamentable. «Hacemos un llamado de alerta a toda organización, gobierno y comunidad internacional a no dejar de exigir justicia y libertad por Nicaragua…», remarcaron.
Unamos desde el exilio condena muerte de Hugo Torres
Dulce María Porras, miembro de Unamos, dijo que la muerte de Torres no fue lo que como partido político hubieran esperado. «Murió en circunstancias muy crueles, lejos de su familia, lejos de sus amigos y ni sabemos en qué circunstancias, en qué hospital, en qué lugar y de qué murió, todavía no aclara eso la dictadura».
«Aquí estamos para decir que Hugo Torres no murió, —Daniel— Ortega lo mató, él no perdona la trayectoria política de Hugo Torres, ese hombre que arriesgó su vida para liberarlo de la cárcel y hoy se ensañó en su contra y lo dejó morir, porque no le dieron la atención necesaria, en el momento necesario para resguardar su vida», afirmó.
Porras agregó que el Estado de Nicaragua era el responsable de la vida de Torres Jiménez, «pero lo entregan muerto, ni siquiera lo entregan porque no se sabe dónde está, dónde lo van a velar y dónde lo van a enterrar. Como partido lo vamos a recordar hoy y siempre, porque a Hugo Torres no lo pudo silenciar la dictadura».
Actividades en honor a Hugo Torres continúan
Por su parte, la directora del Centro de Información y Servicio de Asesoría en Salud (Cisas), Ana Quirós, informó que este domingo, 13 de febrero, continuará la jornada en memoria de Hugo Torres y por la libertad de los presos políticos.
Informó que a las cuatro de la tarde se realizará una misa en Catedral, en San José, Costa Rica, y luego habrá un plantón en demanda de la libertad de Nicaragua. «Hugo no murió, la dictadura lo mató, sabemos que si se le hubiese atendido, seguramente estaría aún con vida, murió como un preso político y no como el héroe nacional que fue» lamentó Quirós.
La opositora refirió que Hugo Torres no se imaginó que «aquellos que ayudó a liberar fueran sus verdugos, no se imaginaba que pasaría tanto tiempo en la cárcel, sin acceso a servicio de salud, sin poder ver a su familia y sin tener la posibilidad de defenderse, algo que ni siquiera el somocismo promovió».
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Hugo Torres estuvo 244 día preso a manos de Daniel Ortega, luego que el 13 de junio de 2021 fue apresado durante una redada ejecutada por la Policía orteguista, que terminó con el secuestro de la mayoría de los representantes de Unamos, todos cautivos en la Dirección de Auxilio Judicial, conocido como «El Nuevo Chipote», en Managua.
El general retirado Hugo Torres fue guerrillero sandinista y en 1974 participó en una operación armada conocida como la toma a la casa de José María «Chema» Castillo, un funcionario de alto nivel de la dictadura somocista. Con esa acción, Torres buscaba negociar la liberación de 14 presos políticos de la otrora poderosa dictadura dinástica, entre ellos Daniel Ortega, el mismo que se convirtió en su verdugo hasta su muerte.