Monseñor Rolando José Alvarez, obispo de la Diócesis de Matagalpa y administrador apostólico de la Diócesis de Estelí, manifestó que en Nicaragua deben de fraguarse sólidos y fundamentales cimientos, entre ellos, el principio de la dignidad humana y el principio de la libertad.
En su homilía dominical, este nueve de enero, señaló que es necesario «bajarnos y reflexionar para bien de este pueblo y de sus futuras generaciones», y recordó, en este día que se celebra el Bautismo del Señor, que al inicio, en el Génesis, «todo era confusión», pero también «el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas».
El llamado de monseñor se da en la víspera de la reasunción de Daniel Ortega como presidente «ilegítimo» de Nicaragua. El dictador juramentará en el cargo este 10 de enero, tras anunciarse ganador en un viciado proceso electoral tildado de «falso» por la oposición nicaragüense y la comunidad internacional.


Desde la Iglesia Catedral San Pedro Apóstol, de Matagalpa, monseñor Álvarez explicó a la feligresía los alcances del respeto a la dignidad humana y la libertad como principios fundamentales para reconstruir nuestro país.
«El respeto a la persona y a su dignidad deben ser los ejes sobre los que debe girar todo esfuerzo para que se conviertan en el fundamento de toda organización social», indicó el líder religioso.
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Señaló que «el diseño de un orden institucional que considere la dignidad humana como cimiento, como pilar, es un Estado servidor de la persona, y es capaz de trabajar y transformar los problemas más sensibles de la sociedad en pro de su desarrollo y crecimiento».
Solo entonces, el Estado será artífice de un orden y convivencia mínima de paz social, es decir, «una sociedad democrática y con justicia», manifestó. Monseñor recordó que cuando se atropella al ser humano, hecho a imagen y semejanza de Dios y dotado de una inviolable dignidad, «se comete una gravísima ofensa a Dios».


«La libertad es otro pilar sobre el que debe reconstruirse Nicaragua (y) es la consecuencia del respeto de la dignidad», continuó explicando.
«Podríamos parafrasear a San Juan Pablo y afirmar que la libertad es la medida de la dignidad y de la grandeza de los pueblos. Sin libertad no puede construirse una opción nueva de país».
El obispo hizo énfasis en que la libertad debe cultivarse por el Estado y la sociedad para alcanzar una convivencia plena y constructiva. La misma se traduce en un «acto de responsabilidad y un valor que permite el orientar las acciones humanas hacia la comprensión, el respeto y la tolerancia, permite inspirar la construcción de un modelo de sociedad abierta y democrática, que aspira a la paz».
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La Iglesia católica de Nicaragua ha abogado por el respeto a los derechos fundamentales y la libertad de las personas encarceladas por el régimen Ortega-Murillo por razones políticas. Las demandas de la institución religiosa han provocado la ira de la dictadura y sus seguidores, siendo blanco de constantes ofensas verbales y ataques. Ortega y la vocera gubernamental, Rosario Murillo, se han desbocado en insultos directos e indirectos llamándoles perversos, iracundos, amargados, cómplices de terroristas y hasta «no cristianos».