«Me duele respirar», fue la última frase que pronunció Alvarito Conrado antes de morir. Le dolía respirar porque una bala le había atravesado la garganta el viernes, 20 de abril de 2018, tres días después del inicio de la insurrección de abril.
El adolescente de 15 años, Álvaro Manuel Conrado Dávila, «Alvarito», ese día había llegado a las inmediaciones de la Universidad de Ingeniería (UNI) para entregar agua a universitarios que protestaban en contra de las reformas a la Seguridad Social. Era una muestra más de solidaridad con los estudiantes, quienes decidieron dejar las aulas para respaldar la demanda de los jubilados, quienes se negaban a que les arrebataran el cinco por ciento de sus pensiones y en su intento por lograr la derogación de la normativa recibieron represión.
Tres años después, los padres del «niño mártir» siguen igual que en 2018: exigiendo justicia por el asesinato, el que atribuyen a las fuerzas policiales. El disparo que acabó con la vida de Alvarito fue un disparo certero. La Fiscalía orteguista dice que sigue buscando a «los testigos para esclarecer el crimen», denuncian los familiares.
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Para Álvaro Gómez Avendaño, padre de «Alvarito», esta fecha conmemorativa es muy triste porque el gobierno de Daniel Ortega continúa con sus mentiras afirmando que su hijo, al igual que otros jóvenes fueron manipulados para revelarse contra la dictadura. «Mi hijo no fue manipulado por nadie, simplemente decidió salir para ayudar a los muchachos (estudiantes universitarios) que estaban en protesta».
«Es un disparate que el gobierno también diga que mi hijo era un delincuente, cuando no fue así, porque Alvarito era un buen estudiante y un excelente atleta», agregó el padre del estudiante de secundaria que el ocho de abril de 2021, hubiese cumplido sus 18 años y a estas alturas cursaría el segundo año de la carrera de Derecho o Ingeniería Química en la Universidad Centroamérica (UCA).
Los padres de Alvarito responsabilizan al gobierno orteguista por el asesinato que hasta la fecha sigue en la impunidad. «Hay pruebas irrefutables que muestran los hechos a como fueron, el gobierno le negó la atención médica a mi hijo, en el Hospital Cruz Azul no lo quisieron atender, creo que hubiese podido salvar, si Sonia Castro (exministra de Salud) no hubiese ordenado no atender a mi hijo y a otras víctimas de la represión», expresó indignado Álvaro Conrado.
A tres años de su muerte, la memoria de «Alvarito» sigue más viva que nunca en la familia Conrado Dávila. En la sala de la casa, don Álvaro ha dedicado un espacio para su hijo: Fotos, pinturas, diploma, medallas, guitarra y hasta un par de zapatos pintado con el rostro del adolescente cuelgan de la pared. Es una especie de mural con gráficos y objetivos dedicados al niño mártir, que entre sus sueños estaba ser atleta y participar —a como dice su padre— formar parte de la Asociación de Atletismo Máster de Nicaragua (Asamanic).
¿Quién es Alvarito?
Para cuando sucedió la rebelión de abril de 2018, Alvarito, de 15 años, era estudiante de cuarto año de secundaria en el Instituto Loyola. Era un buen alumno y contaba con tres medallas ganadas en carreras de atletismo. «Ese era su sueño, entrar a la selección de atletismo para representar a Nicaragua», compartió con aplomo su padre en una entrevista a este medio de comunicación cuando Álvaro Junior cumplió dos años de asesinado.
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Alvarito era una persona alegre, chistoso, «platicón». De pequeño le gustaba bailar mucho, y no dudaba en hacerlo si se lo pedían. «Él sentía el principal en las fiestas (a las que lo invitaban) aunque no eran de él», comenta entre risas don Álvaro.
«Me duele respirar»
Alvarito es uno de los niños mártires de las protestas antigubernamentales ocurridas en abril de 2018. Su frase «me duele respirar» dio la vuelta al mundo, pues fue captada momentos después de que fue herido en su cuello por un gatillero de la dictadura, en las cercanías de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI).
Eran las 11:45 de la mañana del 20 de abril cuando don Álvaro recibió la llamada fatal. Estaba en su trabajo. «Cuando miré que era su número lo primero que se me ocurrió es que venía para el trabajo, porque cuando no había clases tenía la costumbre de que se iba para mi trabajo. Yo contesté pero me extrañó la voz de una persona desconocida», relata.
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Esa persona desconocida le informó que Alvarito estaba «gravemente herido», y que lo estaban trasladando al Hospital Bautista porque llevaba una herida en el cuello. Pero, don Álvaro no daba crédito a lo que escuchaba: «Yo le dije que eso era falso». Él estaba seguro que su hijo se encontraba en su casa junto a su hermana y abuela, y que no había forma de que él hubiese salido de su casa sin permiso.
«Es una llamada que jamás se me va a olvidar», expresa con la mirada perdida don Álvaro.
El padre de Alvarito considera que su hijo fue conmovido por la represión que sufrían los estudiantes y no dudó en ayudar, llevándoles agua al grupo que se encontraban en la Catedral de Managua recogiendo víveres. «Eso (la situación) lo impresionó (a Alvarito) y él tuvo el valor y la decisión de ir y apoyar a los estudiantes y quedarse con el grupo en la UNI», señaló.
La orden que sentenció su muerte
De acuerdo a los relatos de don Álvaro, las personas que se encontraban con su hijo al momento del ataque, fueron los que trasladaron al adolescente al Hospital Cruz Azul, lugar donde le negaron la atención.
Reportes periodísticos de ese momento revelaron, a través de testimonios de doctores, que la orden era no atender a los heridos de las protestas antigubernamentales. Y Alvarito fue una de las víctimas mortales de esa decisión. A las dos de la tarde de ese 20 de abril, el adolescente murió en el quirófano del Hospital Bautista.
«Lo que pasó nos ha cambiado mucho como a toda la familia, sus hermanos lo extrañan bastante, es un cambio brusco y más por la forma en que murió», lamenta don Álvaro, quien hasta hoy la esperanza de que se haga justicia por la muerte de su hijo se mantiene intacta.
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La decisión de no atender a las personas heridas en los hospitales públicos del país se lo atribuyeron a la exministra de salud, Sonia Castro, quien ahora está sancionada por Estados Unidos porque violó los derechos humanos de los manifestantes.
La dictadura frustró los sueños de Alvarito Conrado de convertirse en abogado o en ingeniero químico. Después de su asesinato, el Colegio Loyola entregó a sus padres el diploma de Bachiller, en una ceremonia emotiva donde sus compañeros de escuela rindieron homenaje al adolescente.
Don Álvaro expresó que jamás olvidarán lo que sucedió aquel 20 de abril de 2018. «Ninguna familia podrá olvidar lo que sintió ver a su familiar muerto y peor la forma en que fue arrebatada su vida, sin cosas que jamás podremos olvidar», y agregó que por eso no olvidamos ni jamás perdonamos, seguiremos exigiendo justicia que tarde o temprano llegará.
Demandan unidad de la oposición
En entrevista con Artículo 66, el padre de Alvarito llamó a la oposición a dejar intereses personales y unirse para derrocar en los posibles procesos electorales a la dictadura de Daniel Ortega. «La oposición debe de saber lo que están sufriendo los familiares de las victimas y de los presos políticos. Se debe presionar al gobierno para que no haya presos políticos y que existan garantías para ir elecciones libres y trasparentes».
«Estamos claros que tarde o temprano el gobierno de Ortega y Murillo se tiene que ir, los jóvenes salieron para luchar contra la dictadura, es por eso que los candidatos a la Presidencia deben de deponer sus intereses y pensar en el futuro de Nicaragua», recalcó Gómez Avendaño.
Además ,señaló que se debe seguir presionando para que hayan elecciones transparentes. «Nosotros no confiamos que el gobierno cumpla, es por eso que la parte opositora debe presionar para que ellos (el régimen) cumplan lo que ha prometido, porque si no es así, se espera un nuevo robo de las elecciones».
La rebelión de abril dejó al menos 325 muertos bajo la responsabilidad del régimen orteguista, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). A tres años de la represión gubernamental los familiares de las víctimas continúan exigiendo justicia.