Las especies silvestres más vulnerables encuentran protección y cuidados en los centros de rescate ubicados generalmente en zoológicos. Ahí, fuera de la mirada del público, animales heridos, enfermos o decomisados recuperan sus fuerzas para volver a su hábitat natural. Este es el caso de dos de estos centros, uno en Costa Rica y otro en Nicaragua. Ambos tienen retos y oportunidades, aunque en el caso de nuestro país la situación es mucho más crítica.
Maynor Eliezer Salazar
Poner a salvo a un animal, curar sus heridas o mitigar sus dolencias, cuidarlo y prepararlo para el regreso a la vida silvestre y luego devolverlo a su hábitat natural es un proceso largo, complejo y caro del que se encargan los centros de rescate animal, aunque, en el caso de Nicaragua y Costa Rica, sus realidades son muy diferentes entre sí.
El Centro de Rescate de Animales ubicado en el Zoológico Nacional de Nicaragua y el Rescate Wildlife Rescue Center (Zoo Ave) de Alajuela, Costa Rica tienen en común que ambos obtienen los recursos para su mantenimiento de las entradas al zoológico en el que se encuentran, sin embargo, en el caso de Costa Rica hay una colaboración cercana con las autoridades gubernamentales encargadas de la conservación y protección de la fauna silvestre, algo que en Nicaragua no sucede.
Por otra parte, estos centros requieren más personal técnico capacitado y una mayor concientización en la sociedad acerca de sus necesidades y de la existencia de las mafias de tráfico de especies para poder realizar una mejor labor y así lograr que los animales más vulnerables recuperen sus fuerzas y puedan reintegrarse al mundo libre al que pertenecen.
Rescate Wildlife Rescue Center (Zoo Ave): Santuario autosostenible y ejemplo de ética en el trato a los animales
Rescate Wildlife Rescue Center (Zoo Ave) fue creado en 1995 y es el más grande, moderno y mejor equipado centro de rescate de Costa Rica. “Es como un hospital para humanos”, explica sonriente Magali Quirós Quesada, subdirectora administrativa de la Fundación Restauración de la Naturaleza, la organización encargada del Centro de Rehabilitación y Clínica Veterinaria de Vida Silvestre, el Centro Reproducción de Especies en Peligro de Extinción, y el Santuario de Vida Silvestre.
El cinco de diciembre de 2017 el Ministerio de Ambiente y Energía (MINAE) del Gobierno de Costa Rica y las organizaciones Humane Society International (HSI) y Global Federation of Animal Sanctuaries otorgaron a Rescate Wildlife Rescue Center la acreditación en altos estándares para el bienestar y conservación de la fauna silvestre.
En 2109 se atendieron en la institución más de 2,800 animales y en 2020 la cifra será de más de 3,000 “pacientes” que han sido tratados en un hospital veterinario equipado con una sala de cirugía, un laboratorio y tres unidades de cuidados intensivos, cada una con incubadoras, suministros y equipos separados. Desde el aire la infraestructura luce como una oruga blanca y larga que avanza por una pendiente en medio del verdor de las catorce hectáreas que componen el complejo.

El dinero con el que se sostiene el establecimiento es en un 95 por ciento en concepto de entradas al santuario que está abierto al público, mientras que un cinco por ciento es en concepto de donaciones, detalla Quesada.
“Desde hace más o menos año y medio, tenemos un pequeño porcentaje que el Gobierno brinda, son tres millones de colones al año (cerca de cinco mil dólares) en concepto de servicios veterinarios”, agrega.
No obstante, para la subdirectora administrativa la mayor dificultad son los impuestos. “A nivel de Costa Rica fuimos gravados con el IVA de un 13%, pagamos igual que cualquier empresa, no estamos exentos por el trabajo que hacemos y esa es una limitación para nosotros”, sostiene.
En el centro de rescate laboran actualmente diez personas, sin embargo, para Quesada sigue siendo una dificultad conseguir personal técnico capacitado debido a que el trabajo con animales es “muy delicado”. Otro contratiempo es la compra de medicamentos que a veces son muy costosos y difíciles de adquirir.
La importancia del apoyo de la población costarricense
Cuando los visitantes, una amplia mayoría de ellos nacionales, entran al santuario, aprenden que “cada animal tiene una historia” pues las especies que se encuentran en él definitivamente no pueden volver a su hábitat natural debido a discapacidades, complicaciones de salud o problemas de comportamiento, no obstante, en palabras de Magali, “cumplen una labor de educación ambiental”.
Mientras tanto, el Centro de Rehabilitación se mantiene cerrado al público. Es un espacio de privacidad, tranquilidad y cuidados para aves, mamíferos y reptiles que, en un 25% de los casos, han sido decomisados, un 24% es resultado de tenencia ilegal, un 22% son animales heridos y un 21% son crías huérfanas.

“Aquí sucede algo y es que si alguien tiene una lora, que no es permitido por ser un animal silvestre -y sin embargo es el animal que más existe en cautiverio en Costa Rica-, su vecino puede contactar al Sinac (Sistema Nacional de Áreas de Conservación), explica el caso y el MINAE tiene la obligación de ir al lugar y tiene la potestad para decomisarlo”, expresa la funcionaria.
La población costarricense también juega un papel importante, no solo al pagar su entrada al santuario o realizar donaciones, sino también entregando especies al centro: un 8% de los animales llega al lugar gracias a personas que los han visto deambular solos y necesitados de ayuda.
En el interior de la “oruga” blanca donde se recuperan estos seres por ahora débiles y lastimados, hay pequeñas aves casi sin plumas reposando en nidos artificiales que tienen la apariencia de cálidos gorros tejidos de color celeste y rosado, debajo de ellos hay una toalla.
“La clave del éxito es la ética con la que se trabaja con los animales, la calidad de vida que tienen y también importantísimo, la administración y el manejo de recursos”, finaliza Quesada.
Centro de Rescate de Fauna Silvestre (FAZOONIC): Rescatar y rehabilitar ante la indiferencia gubernamental
A pesar de que este centro de rescate ubicado contiguo al Zoológico Nacional funciona desde 1998, fue hasta el 30 de junio de 2011 que se inauguró oficialmente, cuando para entonces se rehabilitaron 600 animales.
Nueve años después, en medio de una pandemia que azota al mundo y con una inestabilidad económica que golpea Nicaragua desde el levantamiento social de 2018, el centro de rescate se mantiene en pie contra viento y marea, pero según la dirección del lugar, el Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales (Marena) no brinda ningún apoyo, ni entrega ningún animal para rehabilitar desde hace más de cinco años. El establecimiento, su clínica y sus tres colaboradores subsisten únicamente gracias a las entradas al zoológico y a las donaciones.
Eduardo Sacasa es el responsable del Zoológico y del centro de rescate en el que se encuentran actualmente 79 aves, 34 mamíferos y 115 reptiles, sobre todo tortugas. “La gran mayoría la gente los dona. Algunos los compran, los tienen en su casa y cuando han crecido y no pueden mantenerlos o se vuelven agresivos, nos llaman. Otros los encuentran en los caminos con las alas quebradas o heridos y los traen o vamos a traerlos nosotros”, expresa.
Sacasa habla con ternura de los animales. Así explica que, si reciben chocoyos con las alas cortadas con tijeras, a veces toma un año o más para que les crezcan. En el caso de los monos, permanecen en una amplia jaula dentro de la cual van creando una manada de ocho a diez ejemplares. Estos deben aprender a mantenerse en lo alto de los árboles y solo al lograrlo pueden ser liberados. “Como son caseros, pasan en el suelo y en la montaña si van al suelo son presa fácil para un liberador, hay que enseñarles, es un proceso largo y se gasta muchísimo”, agrega.

“Estamos en pañales y hemos retrocedido”
Las principales necesidades del centro de rescate, que permanece cerrado al público, son medicinas, alimentación y reparaciones de jaulas. “Si no tenés, ahí vas poniendo parches en lo que se rompe porque al menos las jaulas ya son bastante viejas”, señala.
Otra necesidad urgente es la de una campaña nacional de concientización para que la población no compre animales silvestres como mascotas, según Sacasa. “Antes de 2018 dábamos charlas en los colegios, en universidades, en empresas privadas y llegó un poquito, pero estamos en pañales todavía y hemos retrocedido, lo que avanzamos en 23 años se ha retrocedido en cuatro”, comenta con tristeza.
Al problema educativo se suma “la cadena de mafias que se sienten protegidas”, en palabras de Sacasa. Él mismo señala que tiene identificados entre 35 y 40 revendedores de animales en Managua. “Traen hasta tapires en buses a vender. Me mandan fotografías de lapas, las sacan de las reservas y las autoridades no hacen nada, una lapa vale entre 500 y 600 dólares y Marena sabe y no hace nada”.
Pero esto no siempre fue así. Sacasa, quien es veterinario, recuerda cuando hace unos años había una división de entre diez y doce policías que, en coordinación con Marena y el centro de rescate, se movilizaban a hacer decomisos de especies. Para entonces, en cifras del responsable, el decomiso de animales por parte de Marena era de un 80%, un 15% eran donaciones de las personas y el otro 5% estaba distribuido entre la policía y los bomberos.
Este año el centro de rescate ha logrado liberar 281 animales: 86 aves divididas en chocoyos, cotorras, loras, búhos, tucanes, palomas, querques, lechuzas, gavilanes y mochielos; 78 mamíferos divididos en zorros, zarigüeyas, pizotes, perezosos, osos hormigueros, monos cara blanca, monos araña, mapaches, guatuzos, cuyusos, armadillos y ardillas y 117 reptiles divididos en tortugas jicotea, tortugas sabaneras, tortuga “pecho quebrado” y boas.
En un país sumido en una crisis sociopolítica agravada por la debacle económica, el sitio web del Zoológico muestra imágenes de crías de jaguares rescatadas en Puerto Cabezas, liberación de tortugas y cocodrilos y un área de neonato en la que un mapache toma un biberón con leche que agarra con sus patas. Sacasa se sumerge en los recuerdos, “a veces íbamos a La Paz Centro y a Nagarote con el Marena, a decomisar iguanas y sacábamos hasta 500”, rememora. Eso fue hace años. Hoy tanto el zoológico como el centro de rescate luchan por sobrevivir.

Esto necesita Nicaragua para tener un centro de rescate exitoso
De acuerdo con Carlos Molina, médico veterinario del Zoológico Thomas Belt de Juigalpa, para que un centro de rescate sea exitoso en Nicaragua, debería haber claridad acerca de si la iniciativa va a ser privada o pública y a continuación conocer el acceso a fondos porque “el mantenimiento, la conservación, la rehabilitación, los cuidados médicos de especies silvestres, todo es bastante complicado. Uno cree que porque son animales que están en libertad las enfermedades no los atacan, la recuperación es más rápida, los tratamientos son más fáciles, pero la realidad es todo lo contrario”, manifiesta.
Después es fundamental la contratación de veterinarios especializados en especies silvestres, aunque Molina señala que en Nicaragua “no contamos con la oportunidad de desarrollar una especialidad como tal porque se necesitan recursos, la posibilidad de ir a otro país”. El siguiente paso serían los convenios y relaciones con países o centros que tengan experiencia y puedan compartirla con el proyecto nacional.
A nivel estructural el veterinario expresa que el centro debe haber personal que se dedique al rescate, “enseñarles técnicas de química” y contar con un lugar de captación “donde los animales pasan un chequeo clínico y otro de cuarentena donde van a ir si tienen alguna patología”.
Finalmente es prioritario que haya una zona de recuperación médica “donde va a estar el animal enfermo y se le va a dar tratamiento y seguimiento todos los días”. Esta sección debe estar dividida por áreas: aves, mamíferos y reptiles.
“También deberíamos tener un área de rehabilitación dividida en dos: para animales con enfermedades y para animales que han vivido en cautiverio, y en esa parte se les va a enseñar cómo deberían comportarse en su medio natural y ahí debería haber personal especializado en etología, que es la rama de la veterinaria que se encarga de estudiar el comportamiento animal”, explica Molina.
No obstante, el veterinario es enfático en que, aunque se cumplieran todas estas condiciones, la clave para que el proyecto funcione a largo plazo es garantizar leyes y mecanismos estructurales para proteger a los animales silvestres que se vayan liberando. “El tráfico de animales es el tercer negocio ilícito que más dinero deja a nivel mundial y estos animales se sacan de países tercermundistas como el nuestro, es un negocio redondo y mucha gente está metida en eso; mientras el país no enfoque un área determinada en este tipo de actividades, lo veo muy difícil”.
Mientras tanto, la experiencia de Costa Rica puede ser provechosa para el único centro de rescate de fauna silvestre en Nicaragua.