Un plato de pepino del mar en un buen restaurante europeo o asiático puede costar entre 70 a 80 dólares dependiendo la diferente calidad y el tipo de su preparación.
Según una publicación especializada el pepino de mar es un organismo marino equinodermo, y, pertenecen a la misma familia que las estrellas de mar y los erizos y su nombre se debe a su evidente parecido con el vegetal.
Respecto a su apariencia, tiene un cuerpo alargado y musculoso y una textura blanda al tacto. La parte donde se encuentra su apertura bocal está rodeada de tentáculos.
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Estos animales son considerados como una delicia en el este y el sudeste asiático, en países como China, Hong Kong, Japón, Corea, Taiwán, Malasia, o Singapur y se utilizan tanto frescos como secos. En su estado seco, los pepinos de mar son utilizados como un reconstituyente en la medicina tradicional china.
El régimen de Ortega a través del director del Instituto de la Pesca (Inpesca), Edward Jackson, anunció que a partir del primero de diciembre se levanta la veda de pepino del mar lo que permitirá a centenares de pescadores y buzos del caribe reanudar esta actividad que supuestamente había sido prohibida
El funcionario Jackson dijo que más de 400 embarcaciones artesanales y alrededor de cinco embarcaciones nodrizas (industriales), comiencen toda la faena de pesca del pepino del mar y que la autorización es por seis meses.

Agregó que son alrededor de 6 mil 400 trabajadores que se dedican a la pesca de pepino de mar y de esos aproximadamente 2 mil 200 son buzos, 2 mil 550 pescadores comunitarios, y 139 trabajadores que trabajan en el procesamiento del pepino.
En la recién pasada temporada, que culminó el 31 de mayo se exportaron 9 millones de libras de pepino de mar fresco; 500 mil libras de pepino seco; equivalente a 12.5 millones de dólares.
Los principales mercados fueron: Taiwán, con un 47 por ciento; Hong Kong, 44 por ciento; Estados Unidos, 8 por ciento; y Canadá, 1 por ciento. A pesar que dicha delicatesen produce fabulosas ganancias a los exportadores, distribuidores y comercializadores a los buzos y pescadores les deja pocos ingresos y en muchos casos hasta la muerte.
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Una investigación de La Prensa afirmó que en un año había muerto un promedio de 12 buzos como producto de la descomprensión que algunos sufren, ya que tienen que bajar a la profundidad del océano para obtener el producto y en algunos casos les falta el oxígeno y pueden morir en ese momento o después.
A pesar del monto de las exportaciones y las utilidades que esto produce el régimen no ha dotado de suficientes equipos como son las cámaras de descomprensión para este tipo de situaciones.
La descompresión, produce pequeñas burbujas de aire que viajan a través del torrente sanguíneo alojándose en los pulmones, cerebro, columna vertebral, corazón, riñones y otras partes del cuerpo.
Entre mayor sea la sumersión del buzo, los pulmones más se contraen y las burbujas de aire buscan como salir y al momento en que los buzos regresan a la superficie lo hacen de una manera rápida produciendo la descompresión, dejándolos en alguna de las ocasiones parapléjicos y en casos extremos se reportan muertos, según reveló una publicación del oficialista Canal 8 el año pasado.
En Nicaragua hasta hace dos años había una cámara de este tipo en el hospital de Bilwi en Puerto Cabezas desconociéndose cuáles son sus condiciones sobre todo en este momento después del paso de los huracanes.
Aunque en Nicaragua no hay información confiable de cuánto devengan los buzos por tan peligroso oficio La Nación de Costa Rica, en una investigación, calculó que en esta zona del caribe es por el orden de los 77 dólares mensuales, o sea, un poco menos de tres mil córdobas.
En otras palabras, un buzo de pepino del mar exponiendo su vida obtiene casi el equivalente de lo que paga un cliente por un solo plato de ese producto en algún restaurante gourmet.
Hace cuatro años un empresario taiwanés inauguró una planta procesadora de pepino del mar en Rivas convirtiéndose en el principal exportador del producto que como podrá observarse, su extracción, y los riesgos que se corren no compensan los salarios que reciben quienes se dedican por hambre y necesidad a dicha actividad.