Hace varias décadas por lo menos dos generaciones, crecimos con cuentos infantiles como La Caperucita Roja, La Bella Durmiente, Cenicienta, y otros que escuchamos de nuestros padres y abuelas.
En una mezcla de ingenuidad, inocencia y en parte ignorancia llegamos a creer por ejemplo que había princesas que tenían un sueño infinito hasta que un caballero la despertaba con un beso, o bien una adolescente de lo que hoy llamamos ¨hija de casa ¨ tuvo la suerte que un príncipe se enamorara de ella y la seleccionó por un zapato que al parecer era raro porque a ninguna doncella de la región le quedaba.
El cuento de la caperucita resulta más fantasioso por cuanto nos decía que un lobo se podía tragar a una viejecita, y hacerse pasar por ella para engañar a la niña y engullirla también.
Con el tiempo, el desarrollo tecnológico, el lenguaje de género y otros movimientos producto del cambio generacional, nos actualizaron que dichas historias eran un reflejo del machismo y la docilidad de la mujer frente al héroe de aires principescos y hasta sobrenaturales.
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La caperucita resultó, por ejemplo, tener unos padres irresponsables ya que la enviaban al bosque solo a pesar del peligro. Además, una niña más que inocente, con un pobre coeficiente intelectual y problemas auditivos y de la vista para confundir a un lobo con su abuelita.
Los cuentos que últimamente nos tratan de vender no son infantiles como el de la caperucita aunque sus personajes existen como, el lobo perverso, la abuelita indefensa, el cazador y personas que se quedaron en el pasado creyendo en lo absurdo, lo ridículo e irracional

Las versiones de la policía sobre los hechos de Catedral subestiman la inteligencia de la comunidad nacional e internacional y más que inverosímiles, caen en el descaro, la falacia y la perversidad tratando de explicar, que una veladora y un atomizador con alcohol pueden hacer explotar una capilla.
La diferencia es que estos cuentos solo los creen personas con un pobrísimo coeficiente intelectual que va más allá de la ignorancia, la terquedad, la obcecación y el fanatismo.
Hay muchos epítetos con los cuales podemos calificar a estos especímenes. Ustedes lo escogen.