Una pinta rezaba: “Daniel mató a tus hijos, los curas los defendieron”. El mensaje estaba escrito en la rotonda Rubén Darío y resumía bien el papel de la Iglesia en la actual crisis sociopolítica abierta el 18 de abril en Nicaragua.
2018 fue el año de mi no retiro. Había planificado darme un año sabático del periodismo, profesión que llevo ejerciendo prácticamente desde finales de 2012. Irónicamente, en el año que me pensaba retirar del periodismo, ha sido el más fructífero e intenso de todos.
Para inicios de año, mientras el país vivía la aparente estabilidad a la que estábamos acostumbrados desde el año 2007 que Ortega y compañía volvió al poder, me había visto prácticamente sin trabajo. Cansado de la profesión y viendo que mi rama –el periodismo especializado en temas religiosos- estaba venido a menos; pretendía darme una oportunidad de explorar con un emprendimiento: Quería lanzar una cafetería y vivir en el anonimato.
A manera de símbolo, le entregué en enero a un buen amigo fraile carmelita mi credencial de periodista para que la resguardara. “Sé que vas a volver por ella”, sentenció.
Los primeros meses del año inicié una rutina más relajada. Solo compartía la información que me interesaba en las redes sociales. De vez en cuando, alguna crítica a alguna decisión eclesial o episcopal que me parecía inverosímil. Así fue de enero a marzo donde no dejé de escribir alguna nota esporádica o de colaborar con una emisora universitaria que tenía como oficina de facto.
Pero abril lo cambió todo. Sí. Ese abril que cambió la historia de Nicaragua me hizo repensar muchas cosas, incluyendo mi propia profesión. Ver estudiantes agredidos y vapuleados por el simple hecho de alzar un cartelito en el que decían que estaban inconformes con el gobierno me parecía el culmen de un sistema que cada vez se iba pareciendo a aquello que nos contaban de la dictadura de Somoza Debayle.
Así que, apenas empezaron las protestas, reactivé mi “modo informativo”. Empecé a mandar despachos periodísticos para la agencia de noticias Religión Digital sobre lo que sucedía con frenesí aquel primer fin de semana.
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Abril me hizo repensar en mi propia vocación de vida. Acaso, ¿No era para servir y estar al servicio de la verdad que había ingresado a la Facultad de Comunicación de la UCA?, me pregunté varias veces en esos primeros días. Decidí ser coherente y continué ejerciendo el periodismo, aún a costa de no tener un ingreso fijo ni disponer de equipos ni de credencial para reportear (como les dije al inicio, había decidido darme un año sabático).
La Iglesia, desde el primer momento, salió a condenar la represión estatal y no tenía más opción que contar aquella historia de curas valientes que trataban, con su presencia, de detener las balas y los enfrentamientos.
Me tocó ver cada vez más a una Iglesia, a unos obispos y unos curas cada vez más identificados con el martirio de su pueblo.
Me tocó verles de mediadores en un Diálogo cada vez más empantanado por la intransigencia del gobierno de aceptar una agenda democratizadora. Presencié atónito las agresiones cobardes que recibieron en Diriamba y los vi orando ante patrullas armadas en el Club Terraza y luego, llegando triunfantes a Catedral con la certeza de haber salvado muchas vidas jóvenes de una masacre al interior de una iglesia cercana a la UNAN.
Me tocó reportear sobre la nefasta y funesta campaña llena de verborrea y odio que lanzó la señora Murillo contra Monseñor Silvio José Báez. A falta de argumentos, el régimen se defiende descalificando y montando burdos ataques adobados al mejor estilo estalinista.
?OJO AL DATO
?Hace unos meses, cuando denuncié el inicio de esta campaña de descrédito y desprestigio en mi contra, orquestada por el régimen orteguista, por mi labor periodística; hasta la misma agencia de noticias de la Santa Sede @vaticannews_es lo incluyó en su reporte. pic.twitter.com/SXij1AxlDe
— Israel González Espinoza (@israeldej94) 28 de noviembre de 2018
También me tocó ver iglesias que se convirtieron en hospitales. En Jinotepe, la parroquia Santiago y sus dos curas párrocos fueron víctimas de la estupidez irracional de hordas fanatizadas que destruyeron bancas, medicinas e imágenes mientras eran grabados por propagandistas del régimen, pagados para tal fin. En Nicaragua, se hizo realidad el eslogan del Papa Francisco: “Una Iglesia herida y accidentada por salir a la calle”.
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Volviendo a la pinta de la rotonda Rubén Darío, hoy puedo decirles que no me arrepiento de haber vuelto a escribir y hacer periodismo. Y esto, a pesar que, como otros colegas, he sido difamado y amenazado por el régimen a través de las redes sociales por el periodismo socio-religioso crítico y comprometido que realizo a través de esta casa, Artículo 66, así como en la agencia de noticias española Religión Digital.
+++++URGENTE+++++
DENUNCIO que estoy siendo víctima de una campaña de desprestigio por parte del régimen orteguista a través de redes sociales por la labor periodística que realizo con independencia, credibilidad y veracidad en @Articulo66Nica y como corresponsal @ReligionDigit pic.twitter.com/Pzk1nCoWzJ
— Israel González Espinoza (@israeldej94) 27 de noviembre de 2018
Espero poder seguir contándoles más historias este 2019. Pese a la creciente y odiosa criminalización de la profesión y del gremio por parte de los Nabucodonosores de turno; tengo la terca voluntad de seguir haciendo periodismo sobre la Iglesia y la sociedad, tal y como ustedes se lo merecen. Ese es mi compromiso por una Nicaragua mejor para todos.
Les deseo un año nuevo 2019, lleno de esperanza.
Gracias por seguir ejerciendo tu profesión al lado de la verdad. Cuidado es lo único que se puede desear desde mi punto de vista para este 2019. Dios guíe tu camino y sigas adelante!