“Nos faltan 64”, “Que se rinda tu madre”, “Patria libre y vivir”. Quien haya transitado por las calles de Nicaragua en los últimos 5 meses seguro ha visto estos mensajes, u otros similares, más de una vez. Aquellos(as) que hayan registrado en su memoria la ubicación de dichos mensajes probablemente se habrán percatado de cómo han sido modificados y cubiertos por simpatizantes de la dictadura orteguista en semanas recientes.
Más que censura, este berrinche oficialista por eliminar cualquier evidencia de rebelión demuestra (como si a estas alturas de la crisis no estuviéramos claros de ello) la intolerancia de un régimen que en su ridículo intento de aparentar normalidad, atiza los ánimos y empeora la situación.
Voces anónimas
Sea mofándose de Daniel Ortega, exigiendo la libertad de presos políticos o reproduciendo consignas populares, los nicaragüenses han plasmado su voz en diversos espacios físicos. Stencils, murales, pintas y grafitis alusivos a las atrocidades de la dictadura decoran paredes visibles por el público; vallas, rotondas y buses alojan mensajes subversivos. Si algo puede asegurarse de la resistencia civil es que ningún lugar ha sido desaprovechado, todo espacio ha sido conveniente para expresarse.
En Managua hay mensajes esparcidos en cada distrito, pero es en la Carretera a Masaya, específicamente el segmento entre las rotondas Jean Paul Genie y Rubén Darío, donde se concentran la mayoría.
Ya que una marcha es la oportunidad perfecta para que ciertos individuos puedan escabullirse entre la multitud, y así pintar/emplear sus plantillas sin riesgo a ser identificados, es comprensible abunden mensajes entre ambas rotondas, pues dicho trayecto ha sido la ruta preferida de las primeras marchas masivas convocadas en la capital.
Guerrillas de aerosol
Hasta hace pocas semanas, los alrededores de Camino de Oriente, el paso a desnivel de la Centroamérica, el colegio Teresiano, la Plaza de las Victorias y Metrocentro estaban repletos de vandalismo azul y blanco: siluetas de hormigas, retratos de detenidos, frases memorables y otros símbolos de insurrección podían apreciarse a lo largo de la carretera a Masaya, pequeñas obras urbanas que otorgan personalidad a las paredes y deleitan al pasajero o al peatón.
Estas muestras de ingenio popular se mantuvieron intactas hasta mediados de julio, cuando la dictadura orteguista empezó a movilizar en contramarchas y caravanas a sus simpatizantes, quienes muy obedientes se encargaron de eliminar los rastros creativos de las manifestaciones que les preceden. Desde entonces, las paredes han sido un territorio en disputa por orteguistas y autoconvocados, contienda en que la última palabra no es definitiva, pues cada grupo intenta imponer su firma y hacer prevalecer su opinión.
“Aunque te duela Daniel se queda”, “Aunque te duela Daniel se queda preso”, “Aunque te duela Daniel se queda preso”, “Aunque te duela Daniel se queda preso” es un ejemplo cronológico de los ‘enfrentamientos’ que ambos bandos sostienen en las paredes, enfrentamientos en los que es fácil reconocer que manifestación acaba de finalizar, pues las huellas de un bando se pueden deducir según el contenido de los nuevos detalles.
Paredes sin mordazas
Al transeúnte promedio, las múltiples contradicciones políticas que pueden apreciarse en ciertas paredes del país pueden suscitarle la risa como primera impresión. A simple vista, algunos asemejarán la disputa con los baños públicos repletos de ofensas y garabatos, pero en el contexto nacional actual, estas contestaciones son mucho más significativas.
Si dudan de esta relevancia, cuestionemos: ¿por qué la dictadura orteguista insiste en borrar los mensajes de los autoconvocados? ¿Por qué despliegan cuadrillas de limpieza para cubrir ciertas áreas de las paredes con nuevas capas de pintura? ¿Por qué intentan sustituir las obras populares con stencils monótonos y pintas carentes de ingenio, sin imaginación? No es por cumplir las obligaciones de la Dirección de Ornato y Mantenimiento de la Alcaldía ni porque sus respuestas desfasadas maquillen mejor las paredes.
Es porque, despistados en la rutina, intentando asimilar y acoplarnos a la nueva realidad del país, estos mensajes son un golpe abrupto a la consciencia: son recordatorios cotidianos sobre los últimos 5 meses. Recordatorios del repudio. Recordatorios de la impunidad por los asesinatos. Recordatorio de las injusticias contra inocentes. Recordatorios que rescatan nombres del olvido. En fin, recordatorios que entorpecen su intento de aparentar normalidad.
Esta semana, el muro perimetral de la Catedral de Managua fue blanco de ofensas contra los obispos. Jaime Arellano y otros autoconvocados se encargaron de cubrir con pintura azul y blanco los recados de la dictadura. A la mañana siguiente del gesto civil, los orteguistas arremetieron nuevamente con sus ofensas.
Ante este asedio y afán oficialista de impedir voces insurgentes, iniciativas en Facebook como ‘MGArt’ o ‘Las Paredes Hablan’ en Instagram son indispensables durante esta crisis, porque capturan e inmortalizan en una imagen el mensaje popular que sobrevive la censura del Estado. Insto a la población que, siempre y cuando no arriesguen su vida o seguridad, procuren fotografiar las paredes impregnadas de ingenio azul y blanco, aun si están contaminadas por maculas rojinegras. Al recopilar estas imágenes, tendremos un registro visual para futuras generaciones sobre la creatividad nicaragüense contra la brutalidad orteguista.
La dictadura puede tachar, borrar o sobrescribir lo plasmado en paredes, pero, al igual que las calles, la población no va a claudicar y ceder esos espacios. Comprometidos a saturarles la vista con recordatorios, la población recuperará las paredes usurpadas tantas veces sea necesario.
Como un fantasma que rehúsa desaparecer, mientras el gobierno no escuche, las paredes no callaran.