[vc_row][vc_column][vc_column_text]Es jueves, 25 de enero de 2018 y estamos a tres días de que finalice la Segunda Edición de los Juegos Paracentroamericanos. Son las dos de la tarde y el partido de goalball entre la selección de Panamá y Nicaragua está por empezar. Seis mujeres vestidas de verde y negro se enfrentarán contra las seis guerreras nicaragüenses, que orgullosas portan sus uniformes azul y blanco que representan los colores de la bandera de su país.
Cada selección entra de la mano de su entrenador al gimnasio de balonmano del Instituto Nicaragüense de Deportes (IND). Cada entrenador guía a sus jugadoras para evitar que tropiecen, ya que todas tienen discapacidad visual y en el área de juego no usan sus bastones.
El espacio en que se desarrollará el encuentro mide 9 metros de ancho por 18 de largo, delimitado por cintas adhesivas de colores negro y amarillo. A lo interno del perímetro, hay cintas blancas de 5 centímetros de ancho que marcan las zonas: neutral, aterrizaje y de equipo. Estas, además de orientar a las jugadoras, delimitan la llegada de la pelota sonora que utilizan en goalball, que en su interior lleva cascabeles que permiten a las jugadoras conocer el desplazamiento del balón. Cada pelota cuesta 75 dólares —equivalente a 2309 córdobas— según los precios de la tienda virtual ElkSport, de España. La portería mide, también, nueve metros de ancho y la protegen tres jugadoras.
En la gradería, que permite el acceso de más de 150 personas sentadas, se ve poco concurrida. Más de la mitad de los lugares están vacíos. La mayoría apoya a la selección nicaragüense, aunque hay un grupo que llegó a respaldar a las panameñas que después de tres años de no participar en los Juegos Centroamericanos, según su entrenador, Albis Vásquez, “vienen más fuertes para ver qué nos trae el evento (los Juegos Paracentroamericanos)”.
Antes de que empiecen los primeros 12 minutos de juego, las deportistas de ambas selecciones se saludan. Se acercan siempre en fila de la mano de sus entrenadores. Al terminar el saludo, cada equipo se dirige a su zona de descanso para prepararse para el encuentro. Las panameñas son asistidas por su entrenador para colocarse rodilleras, protectores de codos, parches en los ojos y sus respectivos antifaces negros.
Sin embargo, las nicaragüenses escasean de indumentaria. A diferencia de las panameñas, ellas no portan zapatos iguales, llegaron con los que le permite su presupuesto personal, no tienen rodilleras, coderas y mucho menos protectores de senos.

Y es que de acuerdo con el entrenador de la selección de goalball de Nicaragua, Francisco Javier Fonseca, han recibido apoyo de la Federación Deportiva del Comité Paralímpico Nicaragüense (Fedcopan) y del IND, que les solicitó la convocatoria para la participación y otorgó transporte, alimentación, pero “todo lo que es la indumentaria como tal no porque este deporte es muy caro”.
El secretario de Fedcopan, Dionisio Ayala, confirmó que apoyaron a la selección de goalball con transporte y alimentación durante la preparación de octubre a diciembre. “Le dimos una ayuda económica de tres mil córdobas, más dos mil de transporte (…). Además, se reunían los fines de semana y se les daba el hospedaje y la alimentación. (…) Los uniformes los entregó la Federación de Deportes del Comité Paralímpico. Todo (la indumentaria)”, especificó Ayala.
Aunque el entrenador de la selección de Nicaragua reconoció que el goalball es muy exigente y necesita protección, para él no es que cuenten con pocos recursos económicos, sino que “algunas cosas que se utilizan en este deporte no las tenemos en Nicaragua. Eso es lo que sucede. Por ejemplo, los antifaces son carísimos y no los tenemos en Nicaragua, al igual que los balones”, detalló Fonseca, quien desde el 2005 está entrenando a las deportistas que se animan a participar en los Paracentroamericanos, donde tienen que aprender a defenderse con lo que tienen como selección de goalball.
La indumentaria exigida por este deporte, según el “Manual para Entrenadores de Goalball”, es en el caso de equipos de mujeres rodilleras, coderas, protectores de seno y camisas manga larga. Para los hombres que lo practican solo se le agrega un accesorio que protege sus testículos. Los antifaces son fundamentales, pueden costar 8 dólares —252 córdobas—, detalla en su página ElkSport, de España, precio que no incluye el envío.
La falta de esos accesorios de protección no impidió que las seis jugadoras representantes de Nicaragua: Anielka Palmas, Julissa Padilla, Vanessa Benavidez, las tres de Managua, y Doris Centeno, María Centeno y Lisseth Centeno, de Matagalpa, participaran en la Segunda Edición de los Juegos Paracentroamericanos, donde la selección de goalball pretende salir en primer lugar para mejorar los resultados de 2013, en el que obtuvieron el tercer lugar.
Ambas selecciones están listas. A las doce deportistas ya les pusieron parches en los ojos y sus respectivos antifaces. Ahora tres de cada selección se dirigen al área de juego y se ubican en sus respectivas canchas. Unas en los extremos de la cancha de nueve metros y otra en el centro, para luchar durante dos tiempos, de doce minutos cada uno.

Antes de que suene la corneta, que indica el inicio del juego, dos árbitros se ubican en los extremos centrales del perímetro de juego y cuatro asistentes se ponen uno en cada esquina de las porterías. Cuando todos están en sus lugares se escucha un llamado de silencio para quienes llegaron a apoyar a ambas selecciones.
Suena la corneta y empieza el juego. A diferencia del futbol, en el goalball las mujeres usan sus manos para anotar los goles y quien anote más es el que gana. Las nicaragüenses empezaron sus estrategias lanzando fuerte el balón y usando su agudeza auditiva para evitar las anotaciones contrarias. Pasan los primeros dos minutos del tiempo inicial y Nicaragua anotó su primer gol. La ovación de los aficionados no se hace esperar.
– ¡Vamos Nicaragua! ¡Sí se puede! ¡Sí se puede! – es parte de lo que gritaron a todo pulmón los nicaragüenses que llegaron a apoyar a su selección.
Ante la fuerza de Nicaragua, Panamá intentó no doblegarse, pues segundos después del primer gol anotó uno para el empate. Nicaragua no bajó la guardia. Siguió con el mismo ritmo y en los primeros seis minutos del juego se posicionó con siete goles, frente al rival canalero que llevaba tres anotaciones.
Sin embargo, en el minuto 9 Nicaragua reafirmó sus ganas de obtener el triunfo y anotó su séptimo gol. Las panameñas con leves intentos de anotación lograron marcar tres más en la cancha nicaragüense, quedando el primer tiempo 5 a 7, a favor de la selección anfitriona.
Después de un descanso de dos minutos para la hidratación de las deportistas, vuelven a sus posiciones. En el primer tiempo, la que más se lució de la selección nicaragüense con sus tiros directos fue Vanessa Benavidez. Arranca el segundo tiempo. Aunque Benavidez se nota cansada siguió en la cancha, pero empezaron los cambios de Lisseth Centeno y Anielka Palma. A los 14 segundos del segundo tiempo, Nicaragua muestra de lo que es capaz y anotó el octavo gol al equipo de Panamá.
En los primeros 5 minutos del segundo tiempo, Nicaragua casi firmó su victoria con un total de 14 goles frente a una selección de Panamá cansada que solo anotaba hasta ese momento 7 goles.
En el minuto 8, Panamá intentó recuperarse mientras Nicaragua parecía seguir luchando para evitar un avance de la selección canalera. Las jugadoras nicaragüenses se lanzaban con tanta fuerza en el piso que parecía que no les faltaban sus indumentarias de seguridad.
A dos minutos para que se acabe el encuentro, parecía que el marcador quedaría 14 a 7, pero las nicaragüenses no fueron conformistas y en los últimos dos minutos dejaron claro a las panameñas quienes son las que mandaban anotando dos goles seguidos y dejando el marcador final de 7 a 16 goles de Nicaragua.

Al final del encuentro Vanessa Benavidez fue la líder del equipo pinolero. Anotó 8 de los 16 para sellar un arrasador triunfo sobre las canaleras. La fuerza la ha sacado de su amor por el deporte que a sus 25 años le ha costado muchos sacrificios.
Benavidez vive en el Barrio San Judas, de Managua. Cuando empezó a caminar sus padres Ricardo Benavidez y María Mercedes Hernández se percataron que chocaba con las paredes y que no identificaba las cosas a ciertas distancias. Ante la persistencia del problema, decidieron llevarla al oftalmólogo a que la revisara. Desde entonces fue diagnosticada con retinitis pigmentaria.
La Academia Americana de Oftalmología define esa enfermedad como “un desorden genético que afecta la capacidad de la retina para responder a la luz (…). Es una enfermedad hereditaria que causa una pérdida lenta de la visión, comenzando por una visión nocturna disminuida y pérdida de la visión periférica (lateral). Con el tiempo, se produce una ceguera. Desafortunadamente, no existe una cura”.
Después de casi veintidós años de diagnosticada, Vanessa, prácticamente, ha perdido la visión. Solo vislumbra algunos rayos de luz. Las ganas de vivir y el apoyo de sus padres hicieron de Vanessa una mujer fuerte y decidida a salir adelante. A los 9 años, la matricularon en el Centro de Formación Educativa y Cultural para Personas Ciegas (Cefec), ubicado en carreta a Masaya, lugar en el que desarrolló su pasión por el deporte.
Conoció del goalball por Francisco Fonseca, quien en ese entonces fue su profesor y ahora es su entrenador en los Juegos Paracentroamericanos. Sin embargo, “de inicio no me gustaba porque era algo nuevo para mí y estaba ingresando al mundo de las personas ciegas (…). Conforme fui acompañando al profesor en educación física, llevando los implementos a las practicas, me fui enamorando del goalball”, narró Benavidez.
Sus padres la llevan a todos los entrenamientos desde que cumplió 10 años y decidió empezar a practicar el goalball. A los 21, tuvo a su hija. Por problemas personales, ha tenido que sacarla adelante con la ayuda de sus padres que la apoyan con la crianza de la niña de tres años, quien también la acompaña a algunos de sus entrenamientos.

La deportista contó, que en algunas de las ocasiones en las que tiene que ir con su hija, y salen tarde, la pequeña se duerme sentada en su bicicleta. “Me da pesar y es muy duro para mí, pero el deporte es mi pasión. También lo hago por mi hija, lo hago para salir adelante porque a través del deporte demostramos a la sociedad que también nosotros somos capaces y así nos dan más oportunidades”, afirmó la deportista.
Vanessa camina, aproximadamente, 20 kilómetros desde el barrio San Judas hasta el IND. Actualmente, estudia la carrera de Licenciatura en Educación Física y Deportes en el IND y asegura que todo se puede mientras uno ponga fuerza y empeño en realizarlo. “Siempre vamos a tener personas que nos van poner obstáculos, pero yo les digo que siempre se mantengan firmes en sus pensamientos y sentimientos y que no hagan caso a ese tipo de personas porque tenemos que luchar por nuestro bienestar (…) porque nosotros podemos desempañarnos en todo lo que queramos”, finalizó.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]